¿Cómo se genera la riqueza? Con esta pregunta surge la economía como ciencia. En los inicios de la historia, en que todo era escaso, era prioritario generar bienes y servicios para satisfacer las necesidades de las personas y los pueblos.
En la Grecia antigua, Platón señaló que la división del trabajo permite generar riqueza. Es decir, cuando cada quién se dedica a aquello que se le facilita y que le gusta más, tiende a ser más productivo.
Aristóteles, posteriormente, señaló que existen dos tipos de riqueza: la riqueza natural, derivada de la explotación de la naturaleza, y la riqueza artificial, generada por el intercambio de productos (Comercio). Profetizó un gran peligro: que la riqueza artificial se impusiera a la natural, es decir, que los comerciantes ganen más que los productores.
En la edad media, cuando se creía que la riqueza nos condenaba al infierno (“De los pobres será el reino de los cielos”, dice la Biblia), surge Tomás de Aquino, el cual, desafiando este dogma, señaló que la riqueza es moralmente buena cuando se emplea con fines positivos.
Luego vendrían los mercantilistas, en el siglo XVII, señalando que la fuente de la riqueza es el comercio, y que la medida de esa riqueza son los metales preciosos. Si quieren tener más oro, los pueblos deben exportar más de lo que importan. Dijeron que era importante proteger la producción nacional y aprovechar al máximo los recursos propios.
En el siglo XVIII, los fisiócratas dijeron que la agricultura es la única actividad que genera riqueza, pues permite obtener mayor producto con un costo mínimo (La semilla da lugar a flores y frutos). Crean el principio del liberalismo, el cual señala que el gobierno no debe intervenir en la economía.
Finalmente, Adam Smith, considerado el padre de la economía, señaló que la fuente de riqueza es el trabajo humano, y que las cosas valen por el trabajo que implica hacerlas. Dijo que la libertad humana y el libre mercado permiten que haya eficiencia en una economía, pues cuando compiten, los hombres y las empresas se vuelven más productivos.
Estas lecciones son aplicables al mundo actual: cuando las personas o las naciones trabajan; se preparan y se especializan en hacer lo que más se les facilita; si intercambian con otros, libremente, lo que cada quién produce, procurando vender más de lo que compran; si cuidan y desarrollan los productos de la tierra, dando buen uso a los recursos con los que cuentan, la prosperidad vendrá en consecuencia.