El título de este artículo es una referencia a la obra autobiográfica escrita por Rita Levi-Montalcini, finalizada en 1988, llamada Elogio de la Imperfección. La autora fue una escritora italiana que profundizaba su trabajo en la investigación.
A grandes rasgos, el libro reflexiona sobre la condición humana y la lucha por mejorar la vida, reconociendo al mismo tiempo que la búsqueda de la perfección puede ser engañosa y perjudicial.
El artículo de hoy toma prestado el concepto de imperfección mutándolo a fealdad que, a su vez, hace otra referencia al libro escrito por Umberto Eco, Historia de la Fealdad.
Elogio de la Fealdad es un concepto que nos da una pausa para el imaginario, pero a su vez a la reflexión personal ¿Es posible admirar la fealdad? ¿qué es feo y qué es bello? ¿Quién lo define y con qué criterios?
En la arquitectura es común cuestionar estas últimas preguntas, y en muchos casos la definición de qué es bello o qué es feo en arquitectura es a lo que considero el declive del verdadero propósito de la arquitectura, preservar la vida de las personas.
Es común hoy en día autoconstruir cualquier edificación, pero esto no se dio espontáneamente, es un proceso de un sistema gubernamental totalmente fallido, principalmente en México, y es algo que no vamos a poder cambiar de la noche a la mañana. En lugar de luchar contra ello, es mejor trabajar con ello.
En mi práctica profesional siempre he encontrado una curiosa admiración por lo que en los cánones arquitectónicos catalogarían como algo mal hecho, feo o fuera del estándar de las normas constructivas. En mi trabajo he tenido la oportunidad de conocer contextos seriamente inestables, hablando en todos los sentidos, económicos, de inseguridad, de infraestructura, educativos, sociales, entre otros. Sin embargo, las comunidades con las que he tenido contacto me han enseñado, con maestría, lo que pocos arquitectos me han mostrado. Estas comunidades son capaces de encontrar en la arquitectura soluciones bastante inusuales, que a su vez son funcionales, algo extraordinario.
Mi arquitectura o el trabajo que yo ejerzo es esencialmente un aprendizaje de los momentos cotidianos que me han sucedido con el transcurso del tiempo, y esto, sin duda, ha moldeado la perspectiva de cómo practico mi profesión.
Al final es importante cuestionar a la arquitectura que, supuestamente, es correcta y bella, ya que ésta no tiene la capacidad de hacer mucho con poco, y que por el momento histórico en el que nos encontramos es oportuno tratar de “dar la vuelta” y resignificar el concepto de bello en arquitectura.