El Monito sabe de lo que habla. Debutó a los 18 años en el Zacatepec -ganando 300 pesos mensuales- y poco tiempo después fue llevado a las filas del América, en donde se convirtió en uno de los jugadores más efectivos del fútbol mexicano, aunque pocos años después le pegaron un planchazo en la pierna de apoyo y tuvo una fractura delicada en la rodilla, y se afectaron los ligamentos y los meniscos. Después de sanar regresó a jugar al Zacatepec, tenía las mismas habilidades técnicas que lo caracterizaron -y por las que en la primaria un compañero, cuyo nombre no recuerda, le puso el “Monito”- pero perdió velocidad y fuerza.
"Yo era extremo derecho, driblador, caracolero. Yo sabía cómo y dónde servir el balón para dejar al delantero en mejores posibilidades para hacer un gol. Yo no fui hombre de muchos goles, mi objetivo era llevar el balón hasta el área de peligro y desde ahí hacer el servicio para el centro delantero".
Mientras conversa, Roberto mueve las enormes manos y gesticula. Sus ojos hundidos están en otro instante, en el pasado. Su cráneo es muy grande y pronunciado. Es imposible no fijarse en su estructura ósea porque padece una enfermedad que entre otros efectos le deforma los huesos y fue operado hace poco tiempo de la glándula hipófisis. Pero conforme uno va platicando con él, su aspecto físico pasa a segundo término. Su viveza para charlar es contagiosa.
De los tiempos de oro en que él fue futbolista profesional, recuerda a Enrique Borja:
"Era un jugador fenómeno. Hugo Sánchez era espectacular, hacía figuras, muy estético; Borja era efectivo y metía goles con todas las partes del cuerpo. No sabíamos cómo metía los goles ¡pero los metía! Eran los años en que el balón era de cuero. Silbaba el balón por el aire y a veces dolía mucho pegarle con la cabeza".
Rodeado de reconocimientos, el Monito nos enseña varias instantáneas en blanco y negro y en color en las que aparece con jugadores que han sido leyenda, como el mismísimo Edson Arantes do Nascimento, “Pelé”, a quien conoció personalmente y enfrentó en más de un partido.
"Ha sido el mejor jugador de todo el mundo. ¡Mejor que Maradona! Era elegante, técnico, rápido, espectacular. Era una delicia verlo jugar: driblar, pasar la pelota, anotar. Recuerdo en un partido en el que un jugador contrario le dio un golpe. Pelé no dijo nada, pero cuando entró al área a rematar con la cabeza un centro, el contrario que le había pegado se dobló en la cancha y lo tuvieron que sacar con camilla. Pelé le había pegado una patada en el aire, no sabemos cómo lo hizo, pero le pegó".
Toda su vida la ha dedicado al balompié.
FUE jugador de Las Águilas en los setentas, director técnico emergente en el timón azulcrema, entrenador de Segunda división, Tercera y Primera A, y es visor y entrenador infantil en las fuerzas básicas americanistas.
El Monito afirma que el Zacatepec podría volver a ser un equipo de primera división:
"Se necesita un objetivo. ¿Hacia dónde quieren llevar al Zacatepec? Una vez hecho esto, se requiere preparar a cada jugador para que desempeñe la función que se necesita en la cancha. Eso es lo que se necesita, pero sí hacen falta varios años", asevera.
Al Monito le hubiera gustado tener un futbolista en su familia. A sus 68 años, este oriundo de Tlaquiltenango reconoce que aún cuando ninguno juega fútbol profesional, sus hijos son buenos muchachos, pero que esto se lo debe a su esposa -Mago Bahena- quien se hizo cargo de la educación de ellos y los guió y les inculcó valores:
"A ella le agradezco todo; ella es la guía en la familia. Yo salía de gira a todo México, a varias partes del mundo, y ella se quedaba a cargo de todo. Sin ella no hubiera hecho nada. Uno de mis hijos está vinculado con muchachos que juegan fútbol acá y le gusta mucho", concluye.
La conoció jovencita, en un camión urbano:
"Yo jugaba ya en el Zacatepec, pero el América me acababa de comprar hacía pocos días. Ella se sentó a mi lado. Yo le dije 'Hace calor' y ella me contestó 'Sí', y de ahí comenzó. Me flechó. Al poco tiempo nos hicimos novios", platica, y toma de la mano a su esposa, que en todo momento lo atendió y le pasó las memorias de papel del Monito que con tanto cariño y por tanto tiempo ha ido coleccionando.