Eso relata Spider –o Juan Pablo Silva Reyes, como pocos lo conocen- mientras aplica colores en el brazo de un cliente: se trata de algo que va tomando la forma de una flor imperial de corazones rojos. Después del rey hay una carta boca abajo, que necesariamente tendría que ser un as, de lo contrario todo se perdería: jugarse la vida en una carta, correr el mayor riesgo, es lo que simboliza ese tatuaje.
Spider, un artista morelense de 34 años que logró el primer lugar en Tatuaje femenino a color y tercer lugar en sombra, en la Expo Naucalpan 2013, avanza seguro con su máquina que zumba como un insecto de metal: las líneas son imaginarias, la aguja del número preciso perfora la dermis y deja puntos, uno tras de otro, de colores o blanco y negro, con intensidades distintas.
Su gusto por los tatuajes surgió a la edad de 10 años:
–Yo tenía un tío bien rayado y eso me impresionaba. A veces salía los sábados o domingos y regresaba con un tatuaje nuevo. Vivía en mi casa, en Acapantzingo. Una vez salió a la calle y lo fui siguiendo a pocos pasos. Se metió a la cárcel que estaba acá, donde ahora es el Museo de Ciencias. Hace más de veinte años, los sábados o domingos había actividades para los internos y sus familiares y amigos, dentro de los reclusorios; no había tanta vigilancia como ahora y menos en una ciudad chica como Cuernavaca. Yo seguí a mi tío hasta la aduana y entró y yo entré tras él y dije que era mi tío y venía con él, me dieron chance. Avancé detrás de él hasta los baños y cuando entré mi tío sentado en una silla y alguien lo iba a tatuar: me acerqué y me vio; le iban a continuar rayando un Cristo.
Un tatuaje dice lo que eres o quieres ser
–Un tatuaje dice lo que eres o quieres ser a dónde perteneces, tiene un simbolismo. Hay chavitos y chavitas, señores, señoras, ancianos, que se los hacen con fines estéticos o rituales o mágicos o espirituales; también los utilizan para tapar alguna cicatriz o para cubrir el nombre de la ex o del ex. Pero los tatuajes que significan algo pesado son los que se hacen en la cárcel.
El rango, peligrosidad o a dónde perteneces
En los reclusorios los tatuajes definen el rango, peligrosidad del delincuente, el delito o a qué banda pertenece. Los criminólogos de los Servicios Periciales de la Fiscalía General del Estado de Morelos –antes Procuraduría General de Justicia- los incluyen en las fichas de identificación de los delincuentes y en algunas ocasiones han permitido precisar a qué bandas nacionales o internacionales pertenecen los infractores, como el caso de Joel Rodríguez Marrero, El Cubano, de 35 años de edad originario de Mariel, Cuba, detenido el 5 de abril de 2012, en Xochitepec, acusado de cuatro secuestros y seis homicidios calificados, entre otros delitos. Se supo que el Cubano había radicado en Estados Unidos por unos tatuajes que lo identificaban con la banda de los Latin Kings.
Spider, quien ahora dirige “Calypso Estudio”, estuvo “de vacaciones” cerca de un año “enjaulado”, hace ya mucho tiempo, y ahí perfeccionó su técnica como artista dérmico. Tatuaba con una máquina rústica fabricada con ligas, motorcitos de grabadoras, plástico de encendedor de gas y agujas hechas con el alambre de “clips” de oficina. Las tintas de color, que eran un lujo, las hacía raspando las revistas. La mayoría de los tatuajes se elaboraban con tinta negra, que sacaban del hollín. La tinta se vertía en corcholatas de refresco. En los reclusorios muchos objetos están prohibidos y los internos se las ingenian para elaborar herramientas de trabajo, y armas.
–Los homicidas, los que mataron traen una soga en el cuello. Algunos que deben vidas también se tatúan frases o nombres que significan el sufrimiento que causaron o que les causaron. Las telarañas en el hombro o en el codo, son para personas que salen de la cárcel y las vuelven a meter por el mismo delito o por otros más graves o menos graves. También hay personas con calaverita con güesitos, éstos son viciosos que se meten de todo. Muchas veces llegaban los compas a mi celda y me ordenaban: carnalito, prepara tu máquina, “carne para los leones”. Entonces se llevaban al nuevo a los baños y ahí me hacían que les tatuara lagrimitas o calaveritas o telarañas según el caso y yo me tendía. Mientras yo trabajaba dos o tres presos sometían al nuevo y uno de ellos se quedaba vigilando con una franelita en la mano en la entrada del baño, si llegaba un celador arrojaba el trapo y le parábamos. Cuando yo terminaba de hacer el tatuaje, me sacaban del baño y los internos se quedaban ahí con el nuevo para “dejársela caer”. Algunos se tatúan iníciales o símbolos para indicar qué droga consumen o mueven dentro de la “cooperativa“ –nombre con el que se identifica a los grupos de vendedores de droga en las cárceles-. Esas marcas no las llevan cualquier delincuente, son especiales. Es un lenguaje silencioso, callado pero reconocido por los internos y los custodios. Yo hice muchas marcas… había una chica, muy jovencita, a la que le tatué una flor de amapola. Venia del deefe y no la metieron por droga sino porque le encontraron en su casa armas de fuego hechizas, por eso la clavaron, pero esta cabrona se sabía mover bastante.
Poco a poco va apareciendo la figura, como si se tratara de un escultor que rompe, con los minúsculos pinceles, la costra de impureza y descubre la pieza escondida o como un joyero que ha develado los mil duros rostros del diamante.
Spider concluye con algunos detalles el tatuaje: lo ve, y sonríe.