Se las hizo Marlen Adriana Salinas Morales, estudiante del quinto semestre de Odontología en el Centro Educativo de Humanidades, en Jiutepec.
En una constancia fechada el 11 de mayo por la coordinación de servicios escolares de ese centro, se cotiza las prostodoncias totales superior e inferior en cinco mil pesos “para los usos a los que la parte interesada convenga”.
Según cuenta Pactú, meses después de que en el portal de noticias Conurbados se publicó la nota que denunciaba el robo de los dientes del mimo el 3 de marzo de 2014, Marlen Adriana Salinas Morales lo buscó en Plaza de Armas y una vez que lo encontró, le dijo que ella lo podría ayudar, por lo que después de tomarle impresiones para moldes, le hizo las prótesis y transcurridos varios meses se las entregó.
La tan sentida pérdida
El señor del silencio recuerda que a finales de abril de 2014 dejó su mochila negra –que le servía para guardar maquillaje– en una silla del restaurante La Universal, localizado frente a Plaza de Armas y dio su espectáculo. Después de que los comensales le dieron unas monedas, quiso recoger su mochila pero ya no estaba. La dentadura descansaba en la oscuridad de la mochila. Cuando se le preguntó por qué no traía puesta la placa, respondió que porque no tenía dinero para comprar pagamento.
“Ya tenía 23 años con esa placa, conocí esos dientes desde que eran chiquitos…”
Nomás le faltan cinco mil pesos para liquidar su deuda
Marlen Adriana Salinas le entregó los dientes a Pactú y éste le dijo que le pagaría en tres meses.
“Tengo antojo de chicharrón. Creo que voy a dejar de comer, de fumar, de tomarme mi café con galletas y de darme mis buenos gustos para poder pagar mis dientes en tres meses…”
Pactú tendría que juntar cerca de 60 pesos diarios para liquidar su deuda en tres meses, pero hay ocasiones que vacío es lo único que sus tripas reciben durante todo el día.
“Algunos compas me dijeron que me darían una lana para poder pagar. Les voy a ir a pelar los dientes para recordarles que me prometieron una ayuda” dice el mimo, mientras regresa su dientes a su bolsa y la amarra, ahora sí, con precaución, para evitar que de nueva cuenta algún malora le dé baje.