Fue una jornada de emociones, de altibajos: de la alegría a la tristeza y de allí -incluso en los tres minutos del tiempo de reposición ordenado por el árbitro- a la esperanza ciega.
Pero todo ocurrió como ha estado escrito desde hace decenios: la siguiente fase del Mundial es un camino lleno de espinas que no se ha podido nunca sortear, excepto cuando hemos sido anfitriones de la magna organización. Pero fuera de casa, hasta aquí, como ayer ocurrió.