Ambos vivían en una casa en obra negra y ella no tenían empleo fijo: dos reporteros le daban una gratificación por hacer coberturas en la zona oriente de Morelos.
Apenas alcanzaba para medio comer.
Gracias a la ayuda de sus compañeros periodistas, su caso fue conocido en todo el país y en algunas ciudades del extranjero. La ayuda llegó desde varias organizaciones, personas físicas y dependencias del gobierno estatal y federal: hoy tiene un empleo digno, atención médica para Jesús Daniel y la promesa de una casa.
Rosy siempre repite: Yo trato que él sea feliz. No pienso en el mañana, me levanto con mi hijo, ando con mi hijo, me duermo con mi hijo, lo atiendo, todo el tiempo le platico, nos hacemos bromas, tratamos de reír, eso es lo que nos salva y nos alienta: el momento”.