La reacción de los jugadores y del cuerpo arbitral, en el momento en que se jugaba el encuentro, habla por sí misma: la suspensión inmediata del encuentro y la búsqueda de refugio al no poder identificar la procedencia ni el destino de los disparos. La afición, en sus butacas, buscó el abrazo del concreto.
Fueron minutos de terror que hoy han sido recogidos por el mundo entero. Nuestro país es ubicado como un gran centro de batalla; nuestras autoridades, encabezadas por el presidente Felipe Calderón informaron, en su cuenta “Tweet”: Disparos afuera del estadio del Santos provoca pánico en el partido Santos-Morelia. La situación bajo control. No hubo víctimas fatales.
Antes, la noticia generaba una cascada de reacciones y de comentarios. Que elementos militares fueron ajenos y que acudieron al llamado de auxilio, que la Policía Federal y estatal resguardaron el inmueble, que los elementos municipales fueron los agredidos y uno de sus elementos cayó herido y hoy se encuentra fuera de peligro.
El fiscal de Coahuila, Jesús Torres Charles, aclaró la misma noche que sobre la carretera Torreón-Francisco I. Madero, boulevard que pasa frente al estadio, tres camionetas no se detuvieron ante la orden de los elementos militares presentes en el retén. Las detonaciones se escucharon por la cercanía al estadio y se evitó el posible ingreso de algún delincuente al ubicarse oportunamente el cinturón de seguridad fuera de estadio.
La afición fue reconocida por su reacción y comportamiento. La verdad es que en los videos llevados al internet, lo que se retrata es el momento en que el sonido característico de una detonación -solamente ubicado con un tiroteo por su repetición y diferencia de tonalidades o volumen- generó un pánico que nunca ***tiene una actitud prevista. Desde el que se enconcha y no sabe nada de lo sucedido, hasta aquél que con gritos y desesperación trata de poner calma.
Lo más triste y que difícilmente podrá ser borrado de sus mentes son esos rostros de los menores, de esos pequeños que en lugar de encontrar el desfogue deseado con el grito de un “gol”, como sus padres lo han inculcado, encontraron un momento de crisis que –créame amable lector- es sumamente profundo y lamentable. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos abrió una queja de oficio y ha ordenado ubicar a víctimas y agraviados que requieran orientación jurídica y acompañamiento.
Como periodista, podríamos decir que tuvimos la suerte de encontrarnos a unos metros de los acontecimientos que marcaron a Morelos cuando aquel operativo en el complejo Altitude, que nos permitieron la cobertura, con el equipo profesional de nuestros reporteros, y la transmisión en vivo durante más de tres horas de los acontecimientos. Pero como padre de familia, jamás olvidaré esa crisis nerviosa que ensombreció por largos minutos el rostro hermoso de la más pequeña de mis hijas. Mi esposa y la mayor, tal vez con esa reacción incierta a la que nos referimos, la protegieron e hicieron encontrar cobijo, no sin que en ellas mismas, el miedo las haya invadido.
Repito, el oficio nos mantuvo al aire, pero la paternidad nos hizo estremecer.
Hemos mirado una y otra vez las imágenes que han enviado reporteros presentes en el estadio de Torreón, y que con toda prontitud nos han informado; hemos visto la transmisión que en esos momentos difundía el encuentro deportivo por televisión nacional y que convirtió a los cronistas deportivos, durante esos segundos que después se tradujeron en minutos -muy largos- de miedo e incertidumbre, en informadores de primera mano de un caos que a unos paralizó y a otros los hizo correr de un lado para otro; pero lo más impactante es ver la reacción de los miles de aficionados, familias completas retratadas o video grabadas por víctimas que junto con ellas todavía utilizaron sus teléfonos portátiles para llevarse esas imágenes que hoy son difundidas por la internet.
No hubo víctimas fatales. En efecto, y en eso no miente el presidente Calderón; pero no dejan de serlo aquéllas que fueron en búsqueda de desbordar su pasión futbolera y salieron con un alto impacto de la vulnerabilidad de la cual hoy somos parte. Un policía herido, ningún detenido, miles de aficionados lastimados psicológicamente, un partido suspendido, reclamos y justificaciones; ése es el verdadero saldo.
¿Qué más nos falta por vivir? Tan sólo este fin de semana se documentó en Acapulco tres taxistas arrojados en la entrada del complejo Sam’s Club, en una veintena de partes, y en Nayarit nueve hombres ejecutados sobre una autopista; en Morelia, lo que parece fue un asalto a una joyería trastornó a quienes pasaban un tranquilo domingo en Plaza Las Américas, ante el operativo militar y policíaco implementado posteriormente a los hechos; en Playa del Carmen, tres sujetos ***salvaron la vida al ser interceptados y víctimas de tiros de armas de grueso calibre, al salir de un centro nocturno.
Y para cerrar con broche de oro, la Arquidiócesis Primada de México aseguró que el lavado de dinero proveniente del narcotráfico se ha infiltrado hasta en partidos y sindicatos, y ante ello hace un llamado al gobierno y al Congreso de la Unión a enfrentar con mayor decisión este flagelo. El Arzobispado lamentó el marasmo legislativo que ha imposibilitado la aprobación de la Ley de Seguridad Nacional, donde hay directrices más claras para combatir el lavado de dinero y dar sustento a la guerra en contra del crimen.
Grave momento por el que cruza nuestro país. ¿Qué más? ¿Cuántos más? ¿Quiénes más? ¿En dónde más?
Al aire
Hoy hablaremos de la ilegalidad o necesidad de los “actos anticipados de campaña”. Están invitados representantes del PAN, PRI y PRD, todos ellos conocedores del tema y estrategas en sus diferentes ámbitos. Salvador Benítez, Matías Nazario y Jorge Messeguer compartirán sus puntos de vista.
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