A pesar de la conducta irresponsable asumida por la mayoría de los diputados morelenses en su lucha por el control del Poder Legislativo, se llevó a cabo esta trascendental ceremonia en la cual acompañaron al universitario los representantes de los tres Poderes del estado. Sin embargo, ni la Universidad Nacional Autónoma de México, ni José Narro Robles, ni la aprobación del dictamen que aprobaría la colocación de la leyenda que honra ya a la UNAM en el muro central del Congreso, ni el protocolo que significa la presencia del Ejecutivo y del magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia en el recinto legislativo fueron lo suficientemente importante para que el pleno de los legisladores, los 30, estuviera reunido. Sólo 20 acudieron a la trascendental ceremonia.
La UNAM, al cumplir 100 años de su existencia, fue enaltecida más que por los diputados por la sociedad que se dio cita en este inmueble. Los aplausos a la figura del rector, los “goyas” que a todo pulmón se lanzaron en varias ocasiones, las muestras de aprobación a las figuras académicas presentes otorgaron esa aprobación para que en letras doradas quedara la leyenda: “Universidad Nacional Autónoma de México; por mi Raza hablará el Espíritu”.
Más que los diputados, la iniciativa fue de la sociedad. Alejandro Montalvo y Pablo Rubén Villalobos Hernández fueron los impulsores del homenaje. Cómplices inteligentes lo fueron Luis Arturo Cornejo y Jorge Arizmendi, pero, más que como legisladores, como universitarios reconocidos de lo que la educación pública significó en sus vidas. Cornejo de la institución estatal y Arizmendi de la nacional, ambas mencionadas en el espacio de honor.
Los discursos y posturas, obvio a favor, la mayoría, superfluos. Excepcionales los de Fidel Demédicis, Tania Valentina, Jorge Arizmendi y Luis Arturo Cornejo. Emocionante, por conciso y fresco, el de Miguel Ángel Falcón Vega, al recordar su andar por los pasillos y aulas de la UNAM.
El del gobernador traía consigo el anuncio del apoyo universitario para fortalecer el Parque Científico y Tecnológico del Estado. Importante tarea ante la necesidad de apostarle al conocimiento y ciencia aplicada en el avance estatal.
El reto, la idea, la sensibilidad, captadas y de inmediato adoptadas por el rector, estaban en la participación de la presidenta de la Comisión de Educación del Congreso, Lilia Ibarra. De consolidarse su propuesta, la UNAM encabezará los esfuerzos para organizar un encuentro Interparlamentario Nacional, Congresos federal y estatales, en la evaluación y compromiso a favor de la educación pública del país.
La UNAM, la institución, sumó un reconocimiento más. No le hacía falta; sin embargo, el Congreso morelense, el pueblo de Morelos, si necesitaba generar esta noble señal de agradecimiento a una causa impulsada por Justo Sierra en 1881, cuando primero logró desde el Congreso de la Unión que a la educación primaria se le diera el carácter de obligatoria. Meses después, le fue aprobado el proyecto para fundar la Universidad Nacional de México. Treinta años más tarde se consolidó ese sueño.
José Narro Robles, aunque fue reiterativo en que su presencia respondía a la representación de la UNAM, fue objeto también de palabras de reconocimiento a su postura en diferentes temas de la agenda nacional. Desde el más vigente como el de la seguridad, como su tenaz lucha por la educación pública universitaria, la elevación de los presupuestos en este rubro, le fueron recordados y ovacionados por los asistentes con aplausos y al ponerse de pie en varias ocasiones.
En el salón de plenos, a Narro Robles se le ubicó como la voz de la pluralidad, como el equilibrio basado en el conocimiento. De ahí que expresemos que la ceremonia tuvo doble recipiendario: la institución y el hombre.
Justo Sierra expuso en su teoría política sobre la “dictadura ilustrada” un Estado que habría de progresar por medio de una sistematización científica de la administración pública. Se recuerda su célebre frase: “México es un pueblo con hambre y sed. El hambre y la sed que tiene, no es de pan; México tiene hambre y sed de justicia”. Muchos años después, la acuñó el malogrado candidato presidencial Luis Donaldo Colosio; por eso su vigencia en generaciones más modernas.
Pero exactamente esa visión, es la que entendemos, sigue ahora el rector Narro, porque en efecto los mexicanos, todos, estamos ávidos de esa justicia que no llega en muchos aspectos. La desigualdad social, los contrastes económicos, las carencias en seguridad social, una educación pública que aunque obligatoria no llega a ser gratuita, la parcialidad en la procuración y administración de “justicia”, las oportunidades de desarrollo, el acceso a la educación superior, un salario mínimo que no cubre con las necesidades primigenias de una familia, entre otros muchos aspectos que mantienen a un pueblo sometido a los planteamientos y estrategias de una clase gobernante, económicamente blindada, muy alejada de la verdadera problemática social.
Hoy que se cumplieron diez años de los ataques al centro económico mundial, símbolo del poder norteamericano; todavía en el marco de nuestras conmemoraciones, bicentenaria y centenaria, de los grandes movimientos sociales de México; a 100 años de la concepción de uno de los proyectos que, por su nobleza y pluralidad, ha trascendido en la vida misma de la nación, como es la UNAM, retomemos la invitación de José Narro Robles, planteada en el Cámara de Diputados recientemente cuando advierte que es indispensable aceptar, más allá del discurso, que la educación y la cultura son indispensables y que “sólo con una visión integral y de largo aliento, saldremos adelante”.