Oscar Sergio Hernández Benítez, Bernardo Pastrana Gómez y Demetrio Román Isidoro son los tres secretarios de despacho que pueden presumir de haber saboreado el triunfo en urnas y haber padecido, en el caso de los dos últimos, la derrota a la cual expone la democracia, pero que a fin de cuentas hace madurar y crecer en política.
Otros integrantes, sin que esto quiera decir que todos hayan levantado la mano, no cuentan en su currículum la búsqueda del voto. Alejandro Villarreal Gasca, el más señalado y mencionado, quien abiertamente ha advertido su ánimo por encontrar cobijo en Acción Nacional y poder abanderarlo en la justa electoral que se aproxima, tendría su primera experiencia.
Víctor Manuel Caballero Solano, Fernando Bahena Vera, Víctor Reyes Adams, Rafael Tamayo Flores y Alejandro Pacheco Gómez no tienen tampoco ese antecedente que puede advertirse necesario.
Fuera del esquema, aunque con triunfos o experiencia están Sergio Estrada Cajigal y Rodolfo Esquivel Landa, aquellos triunfadores solitarios de 1997. Hugo Salgado Castañeda, José Raúl Hernández Ávila, Liborio Román Cruz Mejía, Sergio Valdespín y Gabriel Pacheco Inclán son personajes, todos de respeto, pero unos por su alejamiento de la esfera de ese partido, otros porque se advierte su tiempo no corresponde y algunos más porque apenas y arrancan, quedan fuera de esa posibilidad.
La figura del senador Adrián Rivera Pérez se fortalece ante esta realidad. Nadie niega o podría hacerlo, que le es estorboso al equipo cercano del Gobernador. Sin embargo, su haber es exactamente la secuencia que vía el voto, directo o plurinominal, lo han llevado a espacios hoy envidiables.
Los golpes están por todos lados. Apenas la detención de quien se asegura fue o era su escolta personal, acusado de golpear a su ex mujer, le llega directo al precandidato. La inhabilitación dictada a uno de sus más cercanos colaboradores, el ex delegado de la Secretaría de Desarrollo Social, Oswaldo Castañeda, es otro factor que sin lugar a dudas le afecta.
El tiempo se acorta y la decisión tiene que tomarse si al interior del Partido Acción Nacional, pero con el involucramiento de todas y cada una de las corrientes o grupos de poder en él existentes. Tan importantes son los adamistas, como los riveristas o los estradistas. La Sagrada Familia o los de nuevo cuño –presumen en su muy cerrada democracia- pesan lo mismo y sólo cuentan un voto cada uno.
Dicen ellos –inclusive al referirse al Presidente de la República- en el caso de la decisión próxima a la elección del candidato presidencial, que así aplica: distinguido miembro pero sólo con un voto.
Entonces pues ni los compadrazgos ni las recomendaciones han de pesar ni definir. Será entonces –entendemos- el cabildeo y el momento de la encerrona la que habrá de tener dos retos: la definición de todas las candidaturas y el mantener a un partido político sólido; en la advertencia que de no ser así, en el triunfo o en la derrota se pueden desvanecer años de trabajo y esfuerzo.
No es gratuito el llamado que les ha hecho el Presidente de México cuando les advierte de la necesidad de volver a las calles, para hacer vibrar a la sociedad y al posible votante, con un discurso sensible y cercano. Ese rumbo –se palpa y los mismos panistas lo reconocen- se ha perdido. Hoy es más importante la lucha por el poder que la conquista del voto por el convencimiento.
Reto enorme es el que tiene Acción nacional en Morelos. Entre sus militantes han dejado de ser familia; y las familias –así de claro- antes involucradas en un solo proyecto hoy se encuentran desmembradas y enfrentadas. Así es el poder y después de saborear 12 años, en algunos casos casi 15, en los espacios de gobierno municipales y estatales, es difícil pensar siquiera en no continuar en esa dinámica que para muchos es modus vivendi y para otros alternativa de bien vivir.
De ellos dependerá, en una decisión ordenada, transparente, pero además pronta y organizada, el poder por lo menos aspirar a competir y mantener su presencia como instituto político en espacios de decisión gubernamental.