Jojutla.- Cuatro elementos de seguridad pública de Jojutla perdieron sus casas con el terremoto del 19 de septiembre, pero continúan en servicio.
Uno de ellos, Francisco Javier Nieblas Flores, estaba franco el día del temblor.
“Ese día me tocó descansar. Estaba en la parte alta de mi casa, en la calle González Ortega, en el tercer piso, cuando comenzó. Lo sentí muy fuerte, más que el del 85, porque casi me tira al piso”, relató.
Dijo que tras el movimiento, salió a las calles y vio la ciudad devastada, por lo que le entraron sentimientos encontrados, pues como servidor público era su obligación ayudar a la ciudadanía, pero también tenía que atender a su familia.
“Me sentía entre la espada y la pared, porque yo me decía ‘¿me presento a trabajar y dejo a mi familia sola o me quedo con mi familia, que es mi principal motor?’, y dije ‘voy a hablar con mis superiores para decir que no me puedo presentar, que soy damnificado, porque el domicilio donde habitaba sufrió daños en su totalidad y necesito quedarme para velar por mi familia’”.
Dijo que los días posteriores fueron de un estrés muy intenso, porque sentía la obligación moral de continuar con su trabajo de atender a la ciudadanía.
También ver su casa tirada fue un “shock muy fuerte”, pues “piensas que estás solo, que perdiste todo el esfuerzo de tu trabajo”.
Tras cuatro días en que tuvo que garantizar la seguridad de su familia y tramitar todo lo necesario para la demolición de su vivienda (para lo que fue tratado como una persona más), regresó a trabajar.
Dijo que desde entonces vive en el albergue ubicado en la unidad deportiva “Niños Héroes”, con su esposa y sus tres hijos, en donde ha tenido que practicar mayor tolerancia, pues debe convivir con 249 personas más, que piensan diferente.
“Mi visión ha cambiado, porque ahora tengo más tacto con la ciudadanía, con los damnificados, porque a veces somos delicados en cuestiones personales. Ahorita la sensibilidad y la irritabilidad de la gentes están muy fuerte”.
Nieblas Flores sigue trabajando como policía y al término de su jornada regresa al albergue, donde no tiene las mismas comodidades que en su hogar.
Recomienda a la población tener mucha paciencia, porque son pocos elementos para atender a tantos damnificados, a quienes invita a estar al pendiente de sus propiedades.