Esta elección fue como la mayoría de las que se dan en el partido tricolor y, como se anticipa, será la elección para su dirigente estatal, en el mes de noviembre.
Las similitudes serán muchas, vea usted.
Para comenzar, la CNPR es un organismo creado para mantener a los cañeros fieles al PRI y mantener el voto corporativo a favor del partido. Aunque los tiempos han cambiado y ha habido corrientes al interior que han intentado democratizar y quitar la paternidad del otrora partido aplanadora, no han podido hacerlo y todavía es el PRI el que controla el organismo, de casi tres mil productores.
Sus dirigentes, durante décadas, nunca han rendido informes objetivos al final de la zafra. Sólo dan un discurso, rifan electrodomésticos y regalan comida y cerveza al final del ciclo. Nunca han explicado el origen de los descuentos que hacen a sus agremiados y el manejo discrecional que hacen de los mismos. Los productores son utilizados para tomar bodegas, sitiar la Sagarpa, cerrar el ingenio y hasta para realizar marchas y plantones, pero cuando se trata de exigir sus derechos o pedir explicaciones de los altos descuentos en el pago de su producto, son amenazados con no obtener créditos, no cortarles la caña, etc., etc.
Además, como todo buen órgano priista, los agremiados son utilizados para votar masivamente en los procesos internos del PRI, o utilizan los recursos que aportan para los procesos internos.
En segundo lugar, el cacicazgo de Enrique Retiguín al frente del organismo por más de tres periodos se estaba haciendo proverbial, y ya se veía venir un periodo más, aun cuando don Enrique ya era presidente de Jojutla (municipio al que ni siquiera gobierna, porque dejó a su hijo, con una camarilla a cargo del gobierno) cuando un grupo de productores comenzó a protestar por que se abriera la convocatoria. La presión fue tal, que Retiguín, aun a regañadientes, tuvo que aceptar la publicación de la misma (de hecho, esto fue lo único rescatable de todo el proceso).
En tercer lugar, aún sin convocatoria, los aspirantes ya realizaban reuniones, comelitones (en donde corría la cerveza) y demás maneras de obtener el voto. No hay –como en todos los procesos del PRI– reglas claras ni equitativas y cada quien se movía como podía, financiados por quién sabe quién.
Los espectaculares y la publicidad de cada uno se veía por todos lados.
En cuarto lugar, era impresionante hablar de los aspirantes a dirigir la CNPR que iban a clarificar las cuentas, cuando ellos mismos son parte del actual comité. ¿Por qué no lo hacen ahora cuando están en el cargo? Y más aún, los señalamientos de corrupción en la dirección de Enrique Retiguín, eran una constante en las reuniones de los candidatos.
El discurso de los candidatos se centraba en los descuentos excesivos, la falta de transparencia y la corrupción al interior del comité, que ofrecían erradicar, pero del que formaban parte.
La próxima elección del dirigente estatal del tricolor contendrá los mismos elementos que la que concluyó ayer en la CNPR. Así que no se deberán esperar sorpresas ni nada que tenga que ver con “un nuevo PRI”.