Como lo mencioné en la entrega anterior, por una parte, no hay voluntad de los ejecutivos municipales de rendir cuentas a cabalidad y por otra, la sociedad no tiene el mayor interés realizar una revisión de lo que sus gobernantes dicen que hicieron.
Lo que vimos en los informes fue una reafirmación de lo que dejaron las tradiciones priistas: un día para el lucimiento del presidente, con audiencias a modo, acríticas, con porras, mantas y pancartas pagadas, contratadas para rendir culto al presidente municipal. También se tiene un grupo preparado, para hacer contrapeso, acaso, a las posibles manifestaciones de inconformidad.
Y pese a que todos los ayuntamientos lloran por la falta de recursos, la tradición del informe reclama no escatimar gastos para hacer la fiesta del ejecutivo y para hacerle ver a su pueblo que eligió bien al nombrarlo su presidente.
En Jojutla, por ejemplo, el pago del acarreo de gente, las tortas, la pantalla gigante utilizados en la ceremonia, sumados a la mojiganga (por cierto, tradición en los informes de Enrique Retiguín cuando era líder cañero) y el grupo musical, no resultaron baratos. Por cierto, aquí, hubo señalamientos por la manera en que leía el presidente.
En Tlaquiltenango (donde seguramente el alcalde Jorge Martínez se arrepintió de haberle dado voz al regidor de primera minoría cuando ya no está obligado por ley) se siguió una tradición priista, pero ahora al modo perredista: hubo comida, jaripeo, baile, canciones y bebida para todos.
En Tlaltizapán, con fuegos artificiales, dio inicio el informe, acartonado, excesivamente solemne (y por cierto, el que mayor de medios concentró) y con verbena popular al final.
En Zacatepec –donde sólo el movimiento ciudadano se atrevió a mostrar pancartas de inconformidad–, vale decir, sí hubo austeridad, aunque los integrantes del cuerpo edilicio se trasladaron a un lugar privado para celebrar el primer año con una comida.
El alcalde José Carmen Cabrera tuvo una audiencia muy a modo que no le causó sobresaltos y se le cerró la puerta a los inconformes, con lo que pudo sortear sin dificultad el encuentro con la gente.
Pero lo más importante, la glosa, la revisión, el análisis, no se hace. El informe sigue siendo una tradición –en mayor o menor medida en cada municipio–, de pan y circo.