La militancia quedó en calidad de comparsa, por decir lo menos. Tanto el PRI, como el PRD e incluso el PAN han demostrado, con sus nominaciones, que el poder se ejerce, pero también se comparte, aunque sólo con la familia y los allegados.
El PRD comenzó con el mal ejemplo con procesos poco transparentes, con candidatos cuestionados y falta de consensos.
El PAN no se quedó atrás y la directiva se quedó con la designación de algunas candidaturas en las que la “sagrada familia” seguirá manteniendo el estatus, una vez más.
Pero el peor proceso de todos fue el del PRI. Siempre cuestionado, y siempre con la promesa de tomar en cuenta a la militancia, el tricolor cometió nuevamente el mismo pecado de cada tres años, sólo que esta vez corregido y aumentado.
De acuerdo con sus estatutos, generó alguna expectativa de democracia y competencia entre sus militantes, al publicar la convocatoria para candidatos a alcaldías y diputaciones, pero al final, se dieron las designaciones de manera directa, como siempre.
La cúpula priista se fue por la vía de siempre, por la de favorecer a los amigos, a los compadres, a los que se les debe favores y hay que pagarles, o sencillamente a quien pudo pagar su candidatura (se habla de millones de pesos por candidatura).
Hace apenas unos meses, los priistas defenestraron de la dirigencia a Guillermo del Valle Reyes por la falta de democracia, de consideración a la militancia a la hora de elegir a los candidatos y sobre todo, por haber vendido las candidaturas.
El que llegó, y que hoy es candidato al gobierno del estado, los criticó abiertamente y reconoció la venta de las candidaturas. Prometió inclusión y democracia, pero acabó, junto con el improvisado nuevo dirigente, en lo mismo.
Hoy, Guillermo del Valle Reyes es candidato al senado de la República y la dirigencia actual, junto con el candidato a gobernador se repartieron la mayoría de las candidaturas.
Por otra parte, vale decir que muchos priistas que no fueron tomados en cuenta y se creen merecedores de alguna postulación, en realidad sólo hacen ruido cada tres años y el cabildeo en las cúpulas para buscar ser favorecidos, no es un auténtico trabajo político permanente.
Como sea, una vez más, la imposición fue el método que empleó el tricolor para sus nominaciones, pésele a quien le pese. Ahora la pregunta es si sus candidatos contarán con lo suficiente para ganar las elecciones el próximo primero de julio, o ya encarrerados, recurrirán también a otro tipo de mañas.