El 98º aniversario luctuoso de los Mártires del 13 de Agosto de 1916, fue conmemorado con una ceremonia en la que participaron diversas autoridades, ejidatarios y población en general, en la plaza cívica, llamada precisamente “Mártires del 13 de Agosto”, difundió el Ayuntamiento en un comunicado oficial.
Tras los honores a la bandera con el apoyo de la banda de guerra de la 24ª zona militar, Ricardo Zúñiga Vázquez, cronista, historiador y ex presidente municipal, destacó que “un pueblo que no conoce su historia, su pasado y sus tradiciones, es un pueblo huérfano de ideas, es un huérfano del futuro que no podrá defenderse así mismo con dignidad”.
“En tal virtud, prosiguió, como antecedente sabemos que de este pueblo fue, Alfredo Muñoz Sánchez, quien logró que el Congreso del estado instituyera este día de conmemoración solemne en que los tres poderes del Estado obligatoriamente tendrían que estar presentes cada año en esta población, y fue el presidente municipal Manuel Valdez Vera, según acta de cabildo, que el 6 de agosto de 1951 declaró solemnemente que el 13 de agosto de 1951 y todos los días 13 de agosto de cada año, se dé a este municipio de Tlaltizapán como el día de los Mártires del 13 de agosto”.
Refirió que esta fecha se conmemoran los asesinatos masivos “que le hicieron al pueblo de Tlaltizapán”. “Son dos fechas de masacre y luto, la primera la hicieron el 12 de julio de 1916 asesinando a cerca de 283 personas, incluyendo algunos jefes revolucionarios y motivados porque días antes los generales Ceferino Ortega y Amador Salazar habían acabado a fuerza de cuchillo sigilosamente con un retén de gobierno, amasando varias armas cortas y una ametralladora, ahí en las faldas del cerro de Chacaltepec, donde se sitúa hoy la colonia de los Presidentes y Colegio de Bachilleres. La segunda matanza de ciudadanos inocentes de este pueblo fue por la mañana del domingo 13 de agosto de 1916. Ese domingo, las sonoras campanas de la iglesia no llamaron a la alegre convivencia religiosa, el llamado era al grito de la venganza, era el desbordamiento del odio y la saña de un hombre que había perdido antes un batalla, órdenes de matar, y matar a cualquier hombre viviente; niño, joven adulto y de avanzada edad, que encontraron en este pueblo para que no quedara uno solo vivo”, afirmó.
"La venganza obedecía que el amanecer de ese domingo, Zapata puso sitio al poblado sólo que por el camino de Santa Rosa Treinta, los generales Maurilio Mejía y Jesús Capistrán, que Zapata envió, lo abandonaron y permitieron que el gobierno entrara y sorprendiera a Zapata y sus generales, que con su gente cada quien como pudo, salió del pueblo atravesando el río Salado, donde algunos se ahogaron al no conocer el paso".
Dijo que durante seis horas, “la sangre corrió por todas partes” por la masacre de más de 250 seres humanos.
Por la tarde, se realizaron actividades culturales en la misma plaza.