Como persona es decente, agradable, provinciano auténtico y morelense distinguido junto con su familia, así lo conocimos en el trato que año y medio (renunciamos seis meses antes que terminara su periodo de dos años) sostuvimos él como gobernador sustituto y un servidor en la oficina de comunicación social. No fue un cargo que él lo haya confeccionado para un amigo, se trató de algo que estaba considerado antes que siquiera pensara en llegar a esa posición y por las circunstancias. El compromiso lo hicimos a invitación del que iba a ser el sustituto, Juan Salgado Brito, y en una semana envueltos en la vorágine, quien era la mejor opción fue Jorge Morales.
Del gabinete de reconciliación en esos días de adrenalina en la casa de Juan Salgado Brito, no recordamos a ninguno. Se integraron, precisamente, buscando el equilibrio de partidos y grupos de poder, ya panistas, ya perredistas o simples ciudadanos con determinada trascendencia o perfil. No podemos señalar nada anómalo por parte de Jorge Morales Barud, la relación era cuando tenía que ser institucional y amistosa en alto grado en determinados ratos, relajada y confiable. Es un buen hombre, un profesional probado, gente importante de la academia. Tiene carrera política en el PRI desde dirigente municipal de su Puente de Ixtla, diputado coordinador de los priistas tres años, presidente del comité estatal del PRI y lo de la sustitución de Carrillo Olea. Tiene qué presumir, blasones logrados desde su militancia priista y su trabajo académico. Con méritos. Incluso, durante esos dos años ganó buena fama, no fue represor y siempre cargó en su equipaje una tolerancia extrema. Nos consta.
Es de los mencionados para ser nominado por el PRI en Cuernavaca. Está bien, Tiene nivel. Sin embargo, aunque legalmente el antepenúltimo gobernador priista de los 70 años de hegemonía, Jorge fue rápidamente arrinconado, primero por las grillas y chismes de la nueva administración que amedrentaba y nunca sucedía nada, y luego eficaz empleado de esos gobiernos en cargos de alto nivel. Ahí se generaron las dudas. En efecto, el sustento de la familia no tiene partido, pero tampoco la abyección. Esto que hoy algunos malpechosos le hacen a través de redes sociales, siempre desde el anonimato, es guerra sucia, cobarde. Otros de sus compañeros de ese tamaño, aguantaron vara con un PRI sin brújula. Solamente la mala actuación de los panistas les regresó a ganar Cuernavaca y otros municipios importantes y la mayoría en el Congreso –que por cierto nunca es reflejada--.
Es corto el tiempo para despejar dudas y si bien Jorge Morales debe hacer lo posible, en nada le ayuda su amigo –ambos son compadres de Adrián Rivera lo que es respetable- Rafael Sánchez Vargas, ex presidente de Yecapixtla y ex diputado local. Otro buen tipo. Inmersos a los gobiernos y todos suponíamos que al PAN por Adrián, el hijo de Rafael, Irving, es el actual presidente de la tierra de la cecina por el PAN, y ahora Rafael busca el regreso por las filas de un partido en el que apenas reapareció y al que le debe casi todo, el PRI. ¿De qué se trata?
Hay desconfianza y motivos para ella por parte de los priistas, si bien Jorge no es mal candidato.
Que les explique y ya. Ojala tenga tiempo.
Pero de que es buen hombre, educado, decente, lo es…
Tremendo pastel
Con la convocatoria seguramente lista, el PRI tiene que decidir quiénes serán sus candidatos a las presidencias municipales y a los 18 distritos locales. Lo demás ya está, falta esto que es tan o más importante que lo anterior, porque en estas determinaciones juegan al parejo las bases que los grupos de poder. Son el piso de la estructura de los partidos que transitan en los espacios en apariencia menores. Se trata, pues, del contacto directo de los que ganen con la gente—gente. Obviamente que son muchos los tiradores y no tantos los cargos de elección en la mesa. Es complicado, pero si un partido tiene certeza que va a ganar, debe presentar ante su estructura lo que se encuentra en disputa. No es sólo el gobierno del Estado, las diputaciones locales, federales o los inservibles senadores, además de los ayuntamientos. Su candidato a la presidencia –en el caso de los priistas—Enrique Peña Nieto está entre siete y 10 puntos arriba de Josefina Vázquez Mota a 120 días de los comicios y si hace una buena campaña no los va a perder.
Importante decir que para el Instituto Federal Electoral, Felipe Calderón ganó por medio punto a Andrés Manuel López Obrador hace seis años, casi nada y desde entonces una negra sombra cubre los pasos de ambos.
En una palabra: si el candidato del PRI, Amado Orihuela Trejo entrega buenas cuentas, gana, tiene condiciones para negociar la mayor parte o todas las delegaciones federales que hay en la entidad, que son más de 30, entre ellas las poderosas IMSS, Sedesol y Comunicaciones y Transportes, además del Infonavit, Sagarpa, Conagua, Instituto Nacional Indigenista, Fonacot, las relacionadas con Salud y Educación. Un resto. La mira corta de varios de los personajes que afanosamente buscan posiciones no va más allá de su sector o distrito, cuando el espectro es amplio. Y con Amado muchos de los que están en la parte superior del PRI, porque es una responsabilidad compartida.
El PRI tiene dos sexenios que perdió el poder, si bien entregado por Jorge Arturo García Rubí, estuvo en el descuido desde que Antonio Rivapalacio dejó el cargo en 1994. Esa es una realidad que no pueden desmentir los que estuvieron a cargo de los gobiernos y de su partido posteriormente. Lo que hizo García Rubí, digámoslo así, fue de trámite. Lo saben Jorge Carrillo Olea y Jorge Morales Barud.
Y eso da para otro tema…