Por tercera ocasión en un evento relacionado con el medio ambiente, el agua y ahora el sistema planetario --sin menoscabo de algo vital: las brigadas corta fuego en los cerros, sierras y montañas de Morelos en épocas de estiaje que echaron a andar—nos reencontramos con nuestro Chapultepec, en el que sigue naciendo el agua, corriendo y todo lo que le sigue hasta llegar al océano.
Aquí nace el río Apatlaco que da forma a la famosa cuenca en rehabilitación que es compromiso de todos. Tenemos un planetario que hasta ayer conocimos. Nos gustó y eso que entramos a la “segunda función”, después de que el gobernador Marco Adame, sus funcionarios y Fernando Bahena Vera, el titular de CEAMA responsable del parque y lo que en él exista además del medio ambiente, agua y anexas, lo inauguraron. Discretamente nos acomodamos con escolapios y jóvenes que hacían la fila para una siguiente y última exhibición. Sí, aunque nos lo advirtieron, sentimos vértigo. Los muchachos felices, querían completo y el tiempo no daba, primero 12 minutos, luego solo cuatro. Bueno, como 15 ó 16. Pero ése era el chiste: quedarse picados para que en la siguiente llevar a la familia e invitados. Porque en el recorrido que le dimos en compañía de Benito Nájera Quiroz, el famoso “Garrobo”, jubilado y permanente luchador de la Compañía de Luz, viejo y querido amigo (ecologista natural, sin organización ni tribuna, dueño del modelo perfecto de temazcal ahí cerquita, hecho con sus manos durante 30 años, más que un SPA de siete o 40 Estrellas, impresionante para los pocos que lo hemos disfrutado), de nuevo supimos que estábamos en “nuestro Chapultepec”, el que disfrutábamos los fines de semana todos los de Cuernavaca y anexas porque no había otra cosa.
Está vivo Chapultepec, que en algún momento trataron de eliminarle su identidad con membretes como Jungla Mágica, gobiernos insensibles, cuyos titulares jamás conocieron nuestro parque natural, jamás. Adame, seguro se aventó varias “pintas” o con el permiso familiar, para ir caminando desde El Empleado hasta allí y el regreso “como Dios mande”, ya en camión, ya de aventón o de nuevo a patín. Será que por ello ha impulsado este bello lugar. Los que nos criamos en estos rumbos tenemos un sentimiento especial a Chapultepec, el paseo con la familia, las fotografías bajo los ahuehuetes, en truza zaga, descamisados, descalzos, con la mirada de los jefes, de los amigos de ellos, don Eugenio Marquina, don Carlos Garduño, don Pablo Blanquel, don Rafael Moreno el de la carnicería en Amatitlán, don Joaquín Núñez “El Huachi”, brillante sastre con sus hijos el querido Ney y El Chivo Carlos. Fácil hacíamos 40, 50 en total, la mayoría chamaquitos entre uno y 12 años.
Más adelante, de la mano y buscando escondites entre los árboles, con la novia de siempre, con la maleta del fut colgando llena de piedras o alguna otra herramienta con que defender honores si se atravesaba uno que otro mula que gustaba de aparecerse arriba por el apantle para robar o pasarse de vivos. Tenía que darse el encontrón y muchas veces las carreras a toda velocidad, jalando a la chamaca para evitar desgracias. Era silvestre Chapultepec, impactante, muy hermoso y lo mejor de todo, gratuito. Trabajo llegar, no querías regresarte hasta que pardeara. Cualquier sombra era buena para el descanso, el picnic, el traguito y, obviamente, el fajecín. Obligado. Cuánto disfrute, cuánto.
Lo conversábamos con Benito en tanto buscábamos estacionamiento que no hubo hasta cerca de la glorieta de La Luna.
--“¿Te acuerdas de la poza donde aventaban monedas y Los Yacos y los hermanos Vargas (de la dinastía de fotógrafos de prensa) se aventaban desde el árbol cortado?”.
Sí, arribita nacía el agua, ahí sigue el manantial.
--“¿El restaurante de los señores Cornejo, don Luis y doña Luisa, ella bien chambeadora y el un caballero, que estaba sobre el caminito principal?”. Cómo no, una pareja ejemplar, que tuvieron “El Pastorcito” en Rayón, luego en Morelos frente a la antigua Prepa. Son padres, entre otros de Luis Arturo Cornejo Alatorre, mejor conocido en este momento como “El Llanero Solitario” por su luz propia en la legislatura (a partir de mañana les daremos razones en parte, en un tema que nada tiene que ver con éste). Doña Luisa vive, en Villas del Descanso. Don Luis fue un tipazo muy querido por toda la gente de Cuernavaca. Un auténtico caballero de singular personalidad.
--“Oye, continúa Benito, ¿también la mamá de Los Perros Balcázar de Leandro Valle tenía su negocio de comida?”.
En efecto, era el otro restaurante de Chapultepec adentro. Afuera había varios, uno de ellos muy especial, vimos bailar a muchas parejas danzones pegaditos, como se debía, entre ellos los padres del que escribe, cuando dormitábamos con los hermanos ya de regreso de un día de ajetreo en Chapultepec. Con música en vivo, ya al Valenzo, don Vicente Suazo o don Clemente Ojeda, famoso por su estilo y sobre todo sus hijas, guapas todas.
Así, llegamos hasta el sitio del evento. Amigos de siempre, colegas apreciados como el Juanjo Arrese o el Estropajo Bolaños y Daniel Alcaraz que lo vimos desde nuestro asiento escondido; funcionarios como Pedro Juárez, el subsecretario de Ecología y David Fonseca Cardona, condiscípulo en la primaria y actual director del Sapac. El diputado federal Jaime Álvarez Cisneros allá adelante. Y la llegada del gobernador Adame acompañado del buen amigo, el arquitecto Alejandro Pacheco, su secretario de Educación y el anfitrión (que ahí estuvo siempre minutos antes pero reapareció con su jefe), Fernando Bahena, que dio la bienvenida y el paso para que el jefe del ejecutivo Marco Adame hablara sobre la necesidad y obligación de preservar el medio ambiente. (En lo particular nos hubiese gustado que narrara alguna correría de chamaco o adolescente en nuestro Chapultepec).
Luego pasaron al Planetario o como se llame ahora, con la tecnología que vale la pena estar ahí. Entraron a una muestra de inauguración y con Benito acordamos acercarnos para la siguiente función. No iba a haber, pero los chavos preparatorianos y de secundaria presionaron. Y nos colamos. Hay que ir.
--“Oye mi Javier, este Chapultepec es de nosotros, aunque lo pinten de colores y lo modernicen. Quedó re’ bonito, pero es como el ombligo de Cuernavaca, es de nosotros, ¿no?”. Sí, así es, es de todos, no hay que dejarlo en el olvido, hay que ir, llevar a las otras generaciones. Fue un disfrute, y de ahí a comernos un caldazo de pagnacio, o quién sabe cómo se llame, un pescado parecido al bagre (lo vamos a indagar y se los proporcionamos), que se cría en Atlacomulco, en la granja de Los Lugo Barenque. En su restaurante lo comimos. ¿Se acuerdan de aquel viaje a Vietnam por parte del gobernador Adame hace meses? Bueno, los amigos Lugo han criado esos peces de origen oriental en Morelos, son nuevas generaciones –ya paisanos nuestros—que tienen un sabor particular. Hay viajes que funcionan para el beneficio colectivo. La tarde de ayer entendimos lo de Vietnam. De ahí a escribir esta entrega, a gusto, con los ánimos arriba porque le dimos otra mordidita a algo nuestro: Chapultepec y lo que en él viven. ¿¡Cómo que no es nuestro?!