“A los niños antes de enseñarles
a leer, hay que ayudarles a aprender
lo que es el amor y la verdad”
Mahatma Gandhi.
Desde que nacieron mi hija y mi hijo, me dije que sería un padre diferente. Juré que siempre estaría presente en lo que necesitaran. Prometí que estaría cerca y que compartiría, no solamente las actividades familiares, sino también las actividades escolares. Yo había tenido un padre ausente y en la escuela no siempre la pasé muy bien. Así lo hice y en todas las escuelas de mis hijos desde el jardín de niños hasta la prepa, siempre participé activamente en las actividades escolares de mis hijos y como padre activo en los comités de padres de familia. Siempre fui presidente y en una sola ocasión fui vicepresidente. Confieso que siempre estuve en desacuerdo de muchas cosas en las escuelas. Me permito recordar algunas: en algunas instrucciones de ejercicios de matemáticas, Lobito no entendía nada. Primero lo dejaba a él solo. Luego leía yo y me di cuenta que éstas eran muy confusas que hasta las mismas maestras no comprendían, y obvio, yo decía que había que tener cuidado con los ejercicios para que todo fuera claro con los estudiantes. En la secundaria, recuerdo que Lobito me llamó desde la dirección de la escuela diciendo que lo habían castigado por llevar el cabello largo. Así que me dirigí rápidamente y le pregunté al prefecto qué sucedía si mi hijo ya llevaba corte militar. Me contestó que no podía llevar el cabello parado y que le tenía que poner gel para que quedara aplanado. Eso me pareció absurdo. De por sí me parece demasiado fuera de lugar que tengan que llevar el pelo tan corto. Le contesté al maestro que eso era demasiado. Los chicos ya de por sí se sentían mal llevando el cabello tan corto y encima había que ponerles gel para aplanarlo. Le dije que ellos querían ir bien peinados y sentirse bien. Comenté que el arreglo era parte de su autoestima. Este señor me contestó que yo estaba equivocado porque a esa edad los niños y las niñas no tenían autoestima. La verdad me hizo enojar tanto este “maestro” que le tuve que decir varias cosas frente al director. En otros casos, me di cuenta que el sistema educativo seguía igual que cuando yo era niño. Sólo les enseñaban a memorizar cosas en lugar de comprenderlas.
Pero me regreso un poco, hay muchas cosas que quisiera contar en esta columna pero desafortunadamente el espacio no me lo permite. En una de esas festividades del día de la madre, sucedió lo que ya me había imaginado que sucedería. Este era el caso de un chico que sólo tenía a su padre. Se hizo el festival y cuando el grupo de este chico terminó el bailable, la maestra de ceremonias les dijo a través del micrófono que les llevaran el regalo que habían hecho a sus mamás, todos los niños y niñas corrieron hacia sus mamitas. Pero este chico se quedó en medio del patio sin saber qué hacer. Toda la gente se le quedó viendo, y el pequeño sintió todo el peso de sus miradas. El papá se enojó tanto porque su hijo se quedó en el centro de la explanada sin llevarle su regalo que se dirigió muy enojado a la salida. El pequeño se dio cuenta que su papá se alejaba y comenzó a llorar en el centro de la explanada. Se hizo un silencio profundo en toda la escuela. Nadie hacía nada. Sólo miraban. Actué de inmediato y fui corriendo a la salida. Detuve al papá y le dije que fuera a buscar a su hijo. Le dije que era muy pequeño para entender esas cosas. Que él era el adulto. Le dije que era él como papá quien debía reforzar esa carencia. Así que el hombre se dirigió a la explanada, abrazó a su hijo y lloraron juntos… el silencio seguía y muchos niños estaban llorando. Lobito y Manzanita me abrazaron y llorando me dijeron: ¡Papá, nunca dejes a mamá!
Los tiempos no son lo que eran. Cada vez hay más divorcios y se incrementa el índice de familias monoparentales. Hay muchas madres que se enfrentan solas a la vida con sus hijos e hijas y viceversa. Hay muchos padres que se quedan, después del divorcio con sus pequeños.
Por eso siempre he pensado que en lugar del día de la madre o del padre, en las escuelas deben celebrar el día de la familia. Me he dado cuenta de cómo se sienten los niños o niñas que tienen que celebrar los festejos mencionados y nadie piensa en ellos. Son sentimientos terribles de ausencia, de dolor, de ansiedad.
Desde que mis hijos quedaron conmigo, siempre les dije que yo era su padre y su madre. Les enseñé que ellos también tienen una opinión y que vale mucho. Les dije que si ellos en la escuela querían participar en esas festividades, que lo hicieran, sabiendo que yo estaría ahí presente y, que si no querían, estaban en su derecho de no participar. Les he enseñado que el amor es lo más importante que podemos tener. Y que debemos compartir ese amor con quien le falte. Les he enseñado a conducirse con verdad. Y aunque ésta duela, al final nos hará mucho bien porque el corazón estará en paz y vivirán mejor.
Feliz día del padre a todos esos hombres que han sabido ser padres de verdad. Siempre presentes y siempre regalando amor del bueno y que también son madres.
Y felicidades a las mamás que han sido también padres y han guiado a sus hijos e hijas por el buen camino a pesar de las dificultades porque es más fácil, como lo dijo Frederick Douglas, criar hijos fuertes que reparar hombres rotos.