"El exceso de severidad produce odio,
como el exceso de indulgencia debilita la autoridad.”
-Saadi-
Poeta iraní
El tema de los experimentos de Asch y, de manera especial, los de Stanley Milgram, causaron muchos comentarios, los cuales agradezco, y de manera especial a Paty Ortega, quien desde Suiza se tomó la molestia de leer dichos artículos y enviar sus opiniones.
De verdad que es impresionante ver cómo las personas van actuando en la sociedad sin saber ni siquiera cómo empezó la historia. Muchos escritores y poetas han escrito sobre el tema y les recomiendo, si lo desean, leer un cuento de Gabriel García Márquez llamado “algo muy malo va a suceder en este pueblo”. Vivimos llenos de rumores y de historias que hacen que nuestro comportamiento sea el que es. La conformidad grupal, en un momento dado es necesario, porque nos ayuda a desarrollar la cultura. Si todos estuviéramos en desacuerdo no habría armonía ni avance social. Pero también es importante la individualidad porque hace que nos cuestionemos todo lo que sucede a nuestro alrededor. Y sobre todo, cambiar lo que está mal.
Hace unos días leía la noticia de los chicos de una escuela en el norte del país que se rebelaron porque las autoridades escolares los querían obligar, a dos días de salir de vacaciones, a cortarse el pelo, de hecho, tenían personal externo que les haría el corte militar por la módica suma de diez pesos. Eran doscientos jóvenes. No era el hecho de que les cortaran el pelo a los chicos sino, alguien preguntó que por qué les tenían que cortar el pelo como militares. Una madre dijo que si eso querían las autoridades escolares, que ellos tenían que dar el ejemplo y que los maestros deberían hacerse el corte militar también. A lo que el director contestó que para ellos no aplicaba.
Ya se dieron varias respuestas a este tema. Hay quienes dicen que va en contra de los derechos de los niños, que es una forma de discriminación, que atenta contra la libertad y más cosas. Algunos chicos preguntaban que si nada más con el pelo corto podrían aprender. Mi pregunta es ¿Por qué se cuestionan esto hasta ahora? ¿Qué los padres no se habían dado cuenta que siempre había sido así? ¿Será que los chicos de ahora están más conscientes de que es un ataque a su individualidad?
Las autoridades escolares dicen que los padres de familia firman una carta compromiso en la que se establecen las reglas para que los y las estudiantes entren a clase. Pero ¿quién estableció esas reglas? ¿En qué se basó para hacerlo?
Siempre he estado en contra de esas reglas en las escuelas que son bastante rígidas y por demás absurdas. Y tuve que luchar en contra de esas tonterías cuando mis hijos fueron a la escuela.
Mi hijo entró a la Secundaria, pública por supuesto. En las particulares son más indulgentes. Claro, porque saben que los papás van a quejarse. Decía, cuando mi hijo entró a la “secu”, un día me llamó muy preocupado diciéndome que no lo dejaban entrar a clase porque tenía el cabello largo. Me apersoné inmediatamente y le dije al maestro que ya lo llevaba muy corto. Su respuesta fue “sí, señor, pero el cabello se le para”.
-“Pues sí -dije yo- su cabello es lacio y es obvio que le quede así”.
-“Pues tiene que ponerse gel para aplastar el cabello”. De verdad que me estaba colmando la paciencia. Me aguanté y le dije que era absurdo lo que pedía, que el niño se iba a ver ridículo con el cabello todo aplastado y que sus acciones iban en contra de la autoestima de mi hijo y de cualquier niño. El ignorante este reviró diciendo que a esa edad los niños no tenían autoestima…
Ya no les cuento qué sucedió después, porque fui directamente a la dirección. El punto es que el sistema educativo de nuestro país con esas reglas establecidas por quién sabe quién, son un absurdo total.
Las autoridades escolares dicen que es por higiene, mi respuesta es que, si es así, entonces también debería aplicarse a las niñas. Y, por cierto, les comento que en todas las escuelas de mis hijos siempre fui el presidente del comité de la sociedad de padres para apoyar en todo lo que se pudiera, pero con orden, templanza y armonía.
Y desgraciadamente, en muchas escuelas públicas, tal vez en todas, hay situaciones verdaderamente terribles. En la secundaria de mi hija, el prefecto formaba filas de niños a la hora de entrada y él decidía quién entraba y quién no.
Un día llegó un muchachito que a leguas se veía su modestia y sus carencias. El prefecto le dijo que no entraría porque llevaba su camisa sin planchar y un hoyo en el pantalón.
Obviamente intervine. El problema es que, como lo escribí en mi libro “El ojo mágico”, la escuela es, debería ser, un oasis para los chicos. Los maestros no saben cómo es su entorno familiar. No saben si hay armonía o violencia. El maestro o maestra tiene un poder más grande que los padres de familia para construir o destruir la personalidad de un niño. Lo sé porque a mí me pasó. Los padres de familia no estudiaron para hacer ese papel. Nos toca lo que nos toca, pero el maestro sí estudió para ser docente. Por eso tiene un poder enorme.
¿De verdad cortarse el pelo es parte de la disciplina y formación de un estudiante? Y si es así, ¿Se lo tiene que cortar como militar? ¿El qué inventó dicho reglamento era militar? ¿Quién lo escribió?
En fin, este es sólo un ejemplo, entre muchos, de los estereotipos que seguimos obedeciendo sin saber por qué.