“Protesta sin violencia porque
la violencia engendra violencia".
John Lennon
Esta semana ha sido muy interesante en mis clases de la Fac. de Derecho de la UAEM. Noto en muchos de mis estudiantes, hombres y mujeres, un compromiso enorme por tener una mejor sociedad en la que impere una cultura de paz. No todos creen que sea posible debido al hecho de que siempre hemos vivido en lo que llamo “la cultura de la bronca” que primero se da en la familia y de ahí se traslada a la vida en comunidad.
Por más que hablemos e intentemos desaparecer la cultura de la violencia o de la bronca, es casi imposible, porque lo vemos a diario en el actuar de los políticos que nos gobiernan. Obviamente no hablo de todos. Nunca es una buena idea generalizar, pero los ejemplos ahí están en la TV, en la radio en los medios sociales. La clase política que es la primera que debería de comportarse de manera civilizada porque es la imagen de la vida pública, se comporta de manera indebida. Ellos, que son los que deberían de dar el ejemplo de honradez y transparencia, son los primeros de enfrentarse unos contra otros. Y, sin necesidad de dar nombres, ahí está el caso de Cuautla, el de la violencia manifestad por algunas mujeres en su conmemoración del día de la mujer y el del Poder Judicial del estado entre otros.
Debemos poner coto a estos comportamientos y establecer reglas claras para que esto vaya desapareciendo. ¿Si el ciudadano de a pie ve esta barbarie de parte de quienes dirigen las riendas de los gobiernos, cómo no van actuar ellos de la misma manera, sobre todo cuando ven sus derechos pisoteados?
La diferencia entre vivir en una cultura de paz y una cultura de violencia radica en la forma en que resolvemos los conflictos, nos relacionamos con los demás y construimos nuestras sociedades. En una cultura de paz, los desacuerdos se gestionan a través del diálogo, la mediación y el respeto, mientras que, en una cultura de violencia, la agresión, la imposición y el miedo se convierten en las herramientas principales de interacción.
En México, no solamente en nuestro estado, la cultura de la violencia se ha normalizado en muchos ámbitos, desde la política hasta la vida cotidiana. Casos como la crisis de desaparecidos, la guerra contra el narcotráfico y la impunidad en feminicidios reflejan cómo la violencia se ha arraigado en la estructura social. Sin embargo, el país también cuenta con experiencias exitosas que muestran cómo es posible construir una cultura de paz a través del diálogo y la justicia restaurativa.
Para hacer esta transformación, es necesario eliminar o reformar diversas prácticas y estructuras que perpetúan la violencia:
Normalización de la violencia: Desde el lenguaje hasta las prácticas cotidianas, la violencia se ha convertido en un medio de resolución de conflictos. Es necesario fomentar una educación basada en la empatía, el respeto y la comunicación asertiva. Y esto nos lo enseñan desde nuestra infancia. El padre o madre que siempre quiere tener la razón y se impone ante la familia. Y en el caso del funcionario público que se siente que tiene poder sobre el ciudadano y lo maltrata.
Impunidad: La falta de consecuencias para los actos violentos incentiva su repetición. Fortalecer el Estado de derecho y garantizar el acceso a la justicia es fundamental. Por eso mencioné las reglas claras para los funcionarios que se extralimiten en sus funciones y/o que falten al respeto a los trabajadores y los hostiguen. O que, ejerciendo violencia disfrazada de liderazgo se quieran imponer.
Desigualdad social y económica: La falta de oportunidades genera frustración y resentimiento, que pueden derivar en actos violentos. Políticas públicas que reduzcan la desigualdad son clave para la construcción de paz. Esta sigue siendo una asignatura pendiente. Mientras no se resuelva, también seguirá siendo una causa de violencia.
Corrupción: La corrupción erosiona la confianza en las instituciones y permite que la violencia prospere sin consecuencias. Combatirla con transparencia y rendición de cuentas es esencial. Y combatir la corrupción no es para nada tarea fácil, pero se tiene que combatir.
Exclusión y discriminación: La violencia muchas veces surge de la marginación de ciertos grupos sociales. Promover la inclusión y la equidad de género, racial y socioeconómica es vital.
Nuestro país tiene la oportunidad de dejar atrás la cultura de la violencia si implementa estrategias enfocadas en la educación familiar y escolar, la justicia restaurativa, la inclusión y la equidad. La mediación y el diálogo son herramientas clave para lograrlo, pues permiten gestionar los conflictos de manera pacífica y construir relaciones sociales basadas en el respeto mutuo. Transformar la realidad es posible, pero requiere un compromiso colectivo a través de políticas públicas y propuestas ciudadanas para erradicar la violencia en todas sus formas y fomentar una cultura de paz duradera. Porque recordemos que la paz no es la ausencia de violencia. Mientras haya pobreza, racismo, discriminación y exclusión, difícilmente podremos alcanzar un mundo en el que podamos vivir en paz.