“En medio de la dificultad, reside la oportunidad.”
-Albert Einstein-
Quiero comenzar por las cosas que no hubiera querido que sucedieran. Sabemos que nacimos para morir. Alguna vez dije que probablemente se sabe cuándo llegará una persona a este mundo, pero no sabemos cuándo tenemos que partir. Alguien me corrigió y me dijo que también se sabe cuándo partiremos de este mundo pero que eso no nos es permitido saberlo. En fin.
El dieciocho de agosto trascendió mi querido Charlie. Su vida apenas comenzaba. Prometía mucho. Su trayectoria estudiantil y laboral era increíble. Pero no esperaba su partida tan pronto. Me dolió, y me sigue doliendo muchísimo. Pero también acepto que un día todos y todas tendremos que partir. Otros amigos y amigas también partieron. Pero no es lo mismo que se vaya alguien que ya vivió y tuvo experiencias en esta fase terrenal, a alguien que apenas comienza a vivir.
Y hace apenas unos días, el veinticuatro, justo la víspera de la Navidad, también dejó este plano terrenal, mi prima Adelfa. Aquí la interrogante fue ¿por qué se tuvo que marchar justo en esa fecha? Yo lo entiendo perfectamente. Cuando te toca, aunque te quites. Y cuando no te toca, aunque te pongas. Pero esa noche, en vez de alegría, la familia estuvo sumergida en la tristeza.
Y algo muy triste es que este año se han dado muchos hechos violentos en nuestra querida tierra morelense. Y estoy seguro que no nos merecemos esto. Tenemos que entrarle duro para que esto se acabe. Los ciudadanos debemos hacer nuestra parte. Pero también el gobierno tiene que actuar en consecuencia, en lo que le corresponde. Me duele saber cuántas familias perdieron a alguno o algunos de sus miembros. Me duelen las lágrimas que se derraman por el dolor. Las mejores son aquellas que caen debido a la felicidad.
Muchas cosas positivas, hermosas, maravillosas también sucedieron. Y seguro que seguirán sucediendo. Las sonrisas y los logros de mis hijos y de las personas que quiero. Esos amaneceres en los que escucho el canto de las aves para recibir el día. El ver cómo crecen nuestras tortugas. Una que rescató mi hija en la secundaria, cuando unos chicos mal educados e irresponsables le estaban haciendo daño a su madre y la mataron, y otra, que compré en el mercadito para que no se sintiera sola. Hay una tarea pendiente con ellas. Liberarlas en un lugar adecuado. Me siento encantado cuando veo mis plantas crecer. Cuando compré el terreno donde construí nuestra casa, había un árbol viejo. Hubo varias opiniones. La más común era que lo cortara. Sin embargo, mis pensamientos y sentimientos me dijeron que debía quedarse aquí. Él llegó antes que nosotros. Él ya había hecho de este lugar su casa. Así lo hice. Y cuando construí el techo de la terraza, dejé un hueco para que nuestro árbol, Huehue, así le llamamos (viejo, sabio. En náhuatl), siga mirando al cielo. También decidí dejarlo por una frase de un libro que leí, y sigo leyendo desde hace muchos años: Nada hay más grato para el corazón de un hombre que dormir bajo la sombra de su propio árbol. Gracias, Huehue por ser nido, por ser alimento, por ser sombra, por permitir al viento vibrar con tus hojas, por ser descanso para mi espíritu.
La felicidad que me provoca el recibimiento de mis perros cuando llego a casa. Si me siento triste, acongojado, malhumorado o enojado, todo se borra. Aquí me detengo un poco. Shay es un Pit Bull que, otra vez, y como siempre, Pamela, mi hija, rescató del abuso de gente que lo usaba como perro de pelea. Reconozco en mi hija su gran corazón. Te adoro, hija mía. Y sabes que doy mi vida por ti.
A veces, no como antes era, tomo una de las guitarras de mis hijos y trato de recordar viejas canciones que me sabía. La música también ha sido mi compañera, igual que la magia. Ellas siempre me acompañaban. Lo siguen haciendo. Ellas me hicieron el regalo maravilloso de encontrar amigos, amigas en todos los caminos que he andado. También saciaron mi sed y me dieron, me han dado, de comer cuando tenía hambre. A ellas les debo todo. Es hermoso cuando la música nos une. Mi hijo, comenzó con el gusto de la guitarra a los cuatro años. Su primera canción fue “Don´t let me down” de los Beatles. Así le fui enseñando algunos acordes hasta que mis escasos conocimientos se agotaron. Yo aprendí a tocar guitarra en las calles. Con mis amigos. Pablo Emilio estudió en una academia. Me emociona cuando toca. Me llena el corazón cuando veo fotos de él en alguna tocada. Mi hijo también tiene un corazón hermoso. Y sabe que también lo adoro porque es mi hijo favorito (también tengo una hija favorita).
De verdad la vida es bella. Trato de vivir como la frase sabiniana de “Siete crisantemos” que dice: Me enamoro de todo. Me conformo con nada. Un aroma, un abrazo, un pedazo de pan. De las cosas malas ya ni me acuerdo. Tengo mucha facilidad para olvidarlas porque prefiero vivir en paz. A mí ya me cayó el 20 desde hace muchos años.
Lo bueno de los años es que curan heridas. Lo malo de los besos es que crean adicción. Gracias Sabina por ser el marco para estas palabras para recibir este nuevo año 2020.
A ti, que sigues leyendo esto, te agradezco la amistad, la confianza, el apoyo, los buenos y los malos momentos. Te deseo lo mejor. Y si algo no sale como esperas, sigue luchando para lograr lo que buscas. Mejor intentarlo a claudicar.
Te quiero mucho.