“El suicidio es una puñalada incurable
para quienes te quieren y te sobreviven.”
David Trueba.
Como ya lo había comentado en un artículo anterior, la salud mental es fundamental. No hay salud integral sin salud mental. Ese es el aforismo a tener en cuenta.
De nada sirve que una persona tenga todo el dinero del mundo si su salud mental está deteriorada. De nada sirve todo el amor que una persona le da a alguien, si esa persona se siente sola.
La crisis emocional se está desbordando debido a todas las carencias que se tienen o que creen que se tienen. Y hay un elemento terrible que magnifica estos sentimientos. Se llama la pandemia que vivimos.
El caso del joven que se encontraba hospitalizado después de haberse hecho el examen de covid, que debía esperar el resultado de una segunda prueba, y que no soportó el terror y acabó suicidándose en el baño del hospital fue terrible.
O el otro caso que nos sucedió más cerca, allá en Temixco, una joven de treinta y tantos años que se quiso aventar de un puente para quitarse la vida, y que afortunadamente fue salvada por un joven bombero, quien fue entrevistado para conocer su punto de vista, entre otras cosas, dijo: “Yo no pensé en nada más que salvarle la vida. Y al momento de agarrarla, mi mente sólo me decía ¡no la sueltes! ¡No la sueltes!
¿Le dijiste algo a esa mujer después de haberla rescatado? Preguntó la reportera. No. No pude hablar con ella. Se la llevaron los paramédicos inmediatamente. Pero desde aquí le digo que se cuide, que le eche ganas. Y a toda la gente, le digo que se quede en casa, que use cubrebocas. Que se cuide del coronavirus…”
Pero, para mí, hay otros cuestionamientos. Por ejemplo, ¿cuáles fueron los motivos de la mujer para intentar quitarse la vida? ¿Alguien la ha entrevistado? y si lo han hecho, ¿nos podrían informar a la población sobre ello? ¿Tendría alguna enfermedad incurable? ¿Por qué el gobierno no implementa acciones para atender la salud mental de la población? ¿Cuáles son las estadísticas actuales sobre la salud mental de la población?
Nos hablan sobre que debemos quedarnos en casa, de usar el cubrebocas, de no asistir a eventos multitudinarios, nos hablan de las consecuencias de lo que está sucediendo por no obedecer las reglas, los miles de muertos cada día, de la falta de lugar para incinerar los cadáveres. En síntesis, nos están inoculando mucho miedo. Terror es la palabra. Y a todo esto hay que agregar el cierre de negocios, la escasez económica que se está acrecentando, más lo que tú querido lector/a, quieras agregar a la lista.
Se está haciendo tarde para la implementación de medidas de atención a la salud mental de nuestra población. No esperemos a que haya más brotes de desesperación.
El suicidio, supongo, porque no estoy familiarizado con el tema, es la última “esperanza” que ve el suicida para calmar sus penas, para pensar que con eso ya no tendrá problemas y que todo estará resuelto. O tal vez, es una forma desesperada de evadir el problema que se tiene porque ya no se ve la luz al final del túnel de desesperación por el que se está atravesando.
Por eso es importante la implementación de medidas de salud mental. Pero si no las tuvieras, tenemos que pensar que hay muchas razones para vivir. Debemos confiar en que todo esto, al final pasará. No hay que desesperar. Mucho menos bajar la guardia.
Es aquí donde debemos mostrar empatía. Es aquí en donde debemos ayudar a los que se pueda. Si el gobierno no hace su tarea, nosotros como sociedad civil debemos apoyarnos entre unos y otros. A veces me desespero porque durante el día encuentro muchas personas que necesitan ayuda. No puedo ayudar a todos. Sin embargo, con una persona, una sola que podamos ayudar, estamos logrando que el amor prevalezca sobre el miedo, sobre la pandemia.
En algún cuento que escuché alguna vez, me guardé esa idea: un hombre se encontraba caminando por la orilla de la playa y cuando el oleaje llegaba a la orilla expulsaba muchas estrellas de mar. El hombre se agachaba, tomaba una y la aventaba al mar de regreso. Sin embargo, más se tardaba él en tomar una estrella de mar y regresar al océano que las olas en expulsar más estrellas a la playa.
Otro hombre que miraba desde lejos, hizo una mueca de sarcasmo, pensando en lo tonto e inútil de las acciones de aquel. Se acercó al buen samaritano y le dijo: Es inútil lo que estás haciendo. Y, además, es una tontería, porque más tardas tú en regresar una estrella de mar al océano que las olas en arrojar decenas de ellas a la playa.
El buen hombre se le quedó viendo y levantando una estrella de mar le dijo: ¿Entonces, según tú, lo que hago es inútil y no cambia nada? Lanzó la estrella de mar de regreso, y le espetó lo siguiente: Si no crees que no hago nada bueno, ¡pregúntale a ella!
¡Saquemos la casta! Tenemos que darnos valor para seguir hasta el final. En estos tiempos terribles que estamos viviendo todos y todas, recordemos y apliquemos lo que alguna vez dijo Albert Camus: El acto más importante que realizamos cada día, es tomar la decisión de no suicidarnos. Aunque nos duela mucho por lo que estamos pasando, aunque sintamos que no hay salida, tengamos el valor de demostrarnos y demostrarles a los nuestros, la, la confianza y la seguridad que saldremos adelante.