“La diversidad, o el estado de ser diferente,
no es lo mismo que la inclusión.
Una es una descripción de lo que es, mientras que
la otra describe un estilo de interacción esencial
para equipos y organizaciones eficaces”
Bill Crawford.
Desde que era niño, tuve que entender y aprender que todos somos diferentes, pero iguales al mismo tiempo. Como muchos de ustedes saben, y como a muchos de ustedes les sucedió, si son de mi generación, yo viví en el seno de una familia en la que todo, absolutamente todo, se tenía que hacer como lo indicara mi padre. El tenía la primera y la última palabra. Y mi madre sólo tenía que obedecer y seguir sus instrucciones. Además, por supuesto, la mujer debía tener “todos los hijos que Dios le mandara”. Él podía hacer lo que quisiera, pero mi madre siempre se tenía que encargar de la familia.
Nosotros fuimos seis. Cinco hombres y una mujer. Y me alegra decir, que, a pesar de vivir en ese ambiente tan machista, mi madre nos enseñó de todo, de tal forma que aprendí de aquellas cosas que eran “sólo para mujeres”.
En la calle aprendí que también existían homosexuales. Había uno que veía en muchos lugares. Llevaba una bandana circulando su cabeza, tenía el cabello pintado y andaba rociando agua a los transeúntes a quienes les pedía dinero.
Cuando uno es pequeño se da cuenta de las diferencias, pero no las considera como algo preponderante porque aprendemos también que todos somos iguales a los ojos de Dios. Sin embargo, conforme uno va creciendo, va adquiriendo y aprendiendo las diferencias que nos marcan y qué privilegios tienen unos sobre otros. Dicen que los niños no nacen con malicia, no discriminan, ni se burlan de otros, ni humillan a nadie. Aseguran que todo esto se da hasta que un adulto les enseña a hacerlo. Y en mi opinión, así es. Afortunadamente, aprendí por mi madre que todos los seres humanos, igual que todos los seres vivientes, merecemos respeto.
Sólo hasta que un adulto -por regla general son nuestros padres- nos dice quiénes somos y cuál es nuestro papel en el mundo, es cuando comenzamos a actuar en consecuencia. Y por eso actuamos como actuamos. Y no es que seamos malos por naturaleza. Simplemente así nos enseñaron que era la vida.
Sin embargo, tiene que llegar un momento en que nos demos cuenta donde está la verdad. Y es, en ese momento, que tenemos que actuar en consecuencia para convertirnos en verdaderos entes pensantes, empáticos y solidarios con “los otros”. Los que son diferentes a nosotros.
Nuestra sociedad mexicana ha ido cambiando, quisiera que fuera más rápido, porque muchas de las cosas que estamos viviendo ahora, las viví hace muchos años atrás, cuando viví en otras latitudes. Pero los cambios que estamos viviendo actualmente, me da alegría vivirlos. El reconocimiento de la paridad de género en la función pública y en la vida política, el reconocimiento de los derechos de la comunidad LGBTTTIQ, el reconocimiento de la comunidad afro mexicana, en fin, la reivindicación y reconocimiento de los derechos de las comunidades vulnerables de nuestro país.
Cada día será una oportunidad más de conocernos y reconocernos unas a otros, otras a unos y trabajar en conjunto para tener una mejor sociedad. Tenemos que aprender a respetarnos en nuestras diversidades porque es el punto de partida para poder vivir en armonía, en paz y en concordia en nuestras comunidades. De esta manera, las nuevas generaciones de padres les enseñarán a sus hijos e hijas a crear sociedades inclusivas. Todos somos valiosos en la diversidad. Y esto nos enseña otra cosa: No hay una sola respuesta para tener una vida feliz. Hay muchas respuestas porque cada uno de nosotros, en nuestra diversidad, tiene diferentes respuestas ante las cosas que nos suceden en la vida.
Esto es lo que crea democracia. Entre todos y todas podemos crear una mejor sociedad. Si se toman en cuenta sólo las opiniones de un solo grupo, ellos, los de ese grupo estarán convencidos que todo está bien, pero aquellas personas que no son consideradas se sentirán, y estarán siendo excluidos.
Hace unos días conversaba sobre le tema de la inclusión en programas de televisión y películas europeas. Quien conoce la historia de Arsenio Lupin, un ladrón de guante blanco, creado en Francia, creo que jamás se hubiera imaginado que alguien habría hecho una teleserie llamada “Lupin” y que el protagonista fuera de raza afro francesa. Y así como este, hay muchos ejemplos que están rompiendo los viejos paradigmas que traemos cargando por años. Tal vez, siglos.
Este es un momento que trae aparejada una gran oportunidad. Si lo que deseamos es una sociedad que viva la cultura de paz, tenemos que entender que la diversidad es la fuente de enriquecimiento personal y social cuando esta pluralidad va formando relaciones cooperativas y solidarias. Obviamente la diversidad conlleva a desencuentros y conflictos. Pero el conflicto no significa que no nos podamos entender en nuestras diversidades. Al contrario, nos da la oportunidad de ser más creativos para obtener una respuesta.
Aprovecho la oportunidad para invitarlos a conmemorar el día de la mujer, sus logros y reconocimiento obtenidos con su lucha. Habrá muchos eventos. Asistan a ellos, muchos son en formato virtual. Los invito al de la Dra. Clara Soto quien impartirá la conferencia: “El pacto patriarcal” a las 19:00 hrs por Facebook Live Clara Soto.