“Votar es la clave para
erradicar la pobreza extrema.”
Anónimo
Hoy comencé el día muy temprano (domingo, día de elecciones). Recorrí las calles de la ciudad. Las calles estaban solas y mojadas por la lluvia de la noche anterior, y lo primero que vi fue a un taxista quitando la propaganda política de su vehículo. En las calles no había mucho movimiento. Parecía un domingo cualquiera. Pero ya acercándome al centro de la ciudad me percaté que había gente comenzando a hacer la fila para sufragar. Los funcionarios de casilla estaban listos para organizar todo. Para iniciar la fiesta de la democracia.
Está confirmado que votar, al igual que manifestarse, tener una prensa libre e independiente, así como un gobierno transparente, y participar como ciudadano preocupado y ocupado de su entorno social, es uno de los pilares de la construcción democrática porque el sufragio expresa la voluntad del pueblo para elegir a quienes van a tener un cargo político y van a dirigir los destinos de la administración pública a nivel local, regional y nacional.
Espero que los índices de votación sean altos. Y espero que así siga siendo con el paso de los años. La sociedad no es la misma de antes. Hay mucha participación social. Y ahora, con la magia de las redes sociales, vemos todo tipo de manifestaciones. Unos a favor, otros en contra, pero al final, hay diversas formas de expresión que manifiestan sus preferencias ideológicas. Es verdad que también se inundan las redes con noticias falsas. Pero lo importante es que las y los ciudadanos se formen un criterio para tomar la decisión de lo que quieren para su futuro comunitario y nacional.
Las opiniones sobre lo que es la política actual, y de siempre, tienen que ir cambiando paulatinamente hasta llegar a un grado de regresar al concepto básico: la política como el arte de gobernar. Y gobernar bien para el pueblo. Porque seguramente recordarán lo que alguna vez dijo el presidente Ronald Reagan: “Se supone que la política es la segunda profesión más antigua de la tierra. Es más, he llegado a la conclusión de que guarda una semejanza con la primera.”
Si ésta fue la conclusión de un presidente de un país primermundista en los años 80, y si es verdad que nuestras sociedades latinoamericanas están atrasadas, en muchos aspectos, por lo menos cincuenta años, nos podemos imaginar en qué situación estamos.
Sin embargo, y a pesar de todos los pesares, nuestra sociedad va cambiando. Aunque todavía hay gente que vende su voto, y sigo pensando que la culpa es de los partidos políticos que medran con la necesidad de mucha gente, cada vez hay más personas comprometidas que analizan lo que sucederá si lo siguen haciendo.
Al momento en que lean esta columna, ya habrá tendencias ganadoras, y lo que sea que fuere, tenemos que aceptar que las y los que queden al frente de la administración pública deben ser apoyados por la sociedad entera, habrá que hacer a un lado las diferencias ideológicas y permitir que se gobierne como se debe hacer. Que si gana un candidato que no sea del gusto del gobernador, no se le detengan los recursos o que no haga caso de las necesidades de ese municipio. Y si tampoco es del gusto de quien no votó por él o ella, entienda que eso es precisamente la democracia, la elección de la mayoría ciudadana, y participe de manera activa, positiva y propositiva en la construcción comunitaria. Es la hora de la concordia social. Son tiempos en los que cada uno de nosotros, como ciudadanos, hombres y mujeres comprometidos debemos construir un mejor futuro para nosotros y los que vienen detrás de nosotros.
Y, por otra parte, como lo comenté en mi columna pasada, también es la hora de no dejarles todo el paquete a las y los políticos. También es importante tomar el papel que, como ciudadanos, nos corresponde. Dejemos atrás la democracia representativa (ya voté, y que ellos se hagan cargo de todo) y adoptemos la democracia participativa (además de votar, participo en todas las actividades para mejorar mi comunidad). Porque como enfatizó Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz: La democracia no es una meta que se pueda alcanzar para dedicarse después a otros objetivos; es una condición que sólo se puede mantener si todo ciudadano la defiende.
Defendamos la democracia y participemos activamente en este nuevo gobierno para alcanzar una mejor sociedad en la que haya empleo, mejor educación, mejores políticas públicas, seguridad y una cultura de paz, entre otras cosas, para todas y todos.