"Si denuncias un caso de acoso,
no eres un soplón, eres un valiente.”
Iñaki Zubizarreta
La escuela tiene tres actores principales: las y los estudiantes, los padres y madres de familia y las autoridades escolares. Obviamente, la idea es trabajar de manera conjunta para mantener la paz, la concordia, la armonía, la alegría y el equilibrio emocional de todos los participantes en ese lugar que llamamos “escuela” que, para mí, debería ser un oasis de alegría y aprendizaje significativo.
Desafortunadamente, cada vez estamos más alejados de eso. Por el contrario, tenemos de todo. Padres de familia que, viviendo en un sistema familiar con violencia, no se dan cuenta, o no les interesa que la violencia en casa haga que sus hijos e hijas tengan un comportamiento igual de violento en la escuela. Maestros y maestras que, en lugar de transmitir una enseñanza adecuada, sacan sus frustraciones en el salón de clases y agreden o insultan a sus estudiantes, se muestran autoritarios e impositivos.
Hace unos días comencé un curso nuevo y dejé como tarea a mis nuevos estudiantes que escribieran la forma en que gestionan un conflicto familiar. En algunos casos, comentaron, que había gritos de sus padres, que los ánimos se caldeaban y ya después, le iban bajando al enojo o se descomponían más las cosas. En otros casos mencionaron que los padres inmediatamente comenzaban a insultar cuando las cosas no eran como ellos querían. Es decir, siempre la cultura de la violencia.
La palabra “conflicto”, la podemos definir como la oposición o desacuerdo entre dos o más personas.
De manera general, existen tres tipos de conflictos: intrapersonales, son los que tiene una persona consigo misma; interpersonales, son los que se dan entre dos personas; y los conflictos sociales, son aquellos que se dan entre dos o más grupos. Y a partir de esta clasificación hay otras subdivisiones, pero los anteriores son los generalizados. Por lo tanto, nos damos cuenta que los conflictos siempre van a existir. Lo importante es cómo nos enfrentamos a ese conflicto, cómo lo gestionamos.
La conclusión es, que la gran mayoría de las familias gestionamos los conflictos de la misma manera: con violencia. Es por eso que necesitamos comenzar a desarrollar una nueva cultura aprendiendo formas civilizadas de gestión del conflicto.
Una de las teorías existentes que nos pueden ayudar mucho a dicha gestión nos da las siguientes reglas: la primera es identificar el problema; el dos es buscar las posibles soluciones; la tres es la evaluación de esas posibles soluciones; la número cuatro es elegir la solución adecuada; y la última, evaluar la solución. Y la número cinco es verificar si es la mejor, y si no es así, habrá que modificarla. Y lo más importante, siempre dialogar. No violentar.
La idea no es imponer, insisto. La idea es dialogar, ser empáticos, es decir, ponerse en los zapatos del otro para poder entender su sentir.
Estas mismas reglas se aplican en todos los ámbitos donde se puedan dar conflictos. No sólo en casa con nuestros familiares, también entre amigos, el trabajo, la comunidad, la escuela. La convivencia hace que haya conflictos. Y tenemos que entender que los conflictos no son necesariamente malos.
El conflicto es una forma de darnos cuenta que algo no está funcionando. También, el conflicto es el motor del cambio y del progreso. El problema es que cuando nos damos cuenta que hay algo que cambiar, la otra parte puede no estar de acuerdo con eso. Tal vez la otra parte ni se dé cuenta de lo que está sucediendo.
Y me regreso al principio. En el caso de la escuela, es necesaria la intervención de todos los actores de una manera adecuada, porque lo que está sucediendo está creando antagonismos terribles que ya están explotando y convirtiendo en una situación muy terrible de agresión de todos contra todos.
Hay padres de familia que por “proteger” a sus hijos, se presentan en la escuela para agredir a los docentes. Desafortunadamente hay muchos casos documentados en las redes. Y esto no puede ser.
Lo primero que hay que hacer es buscar el diálogo. Y vuelvo a insistir: se tienen que desarrollar protocolos de actuación y, si es posible, formar mediadores en las escuelas constituidos por padres, estudiantes, maestros y autoridades para crear una cultura de paz en las instituciones educativas. Si todos se convierten en participantes activos en contra de la violencia escolar, no habrá lugar para acosadores ni acosados. Al contrario, al aprender formas diferentes a las acostumbradas de gestión del conflicto, de manera natural se creará un nuevo ambiente escolar. Uno de respeto a la diversidad de pensamiento y de creencias. Y, en caso de que se dé un conflicto -siempre los va a haber- el nuevo paradigma aprendido hará que todo se resuelva de una forma pacífica y amigable.
Y mientras se da este proceso, cuando veas un conflicto que pueda traer consecuencias graves, denúncialo. No te quedes con los brazos cruzados. Puede traer consecuencias muy graves.