"En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde
lo que se guarda; sólo se gana lo que se da.”
Antonio Machado
De acuerdo a la UNESCO, la cultura es todo lo que constituye nuestro ser y configura nuestra identidad. Hacer de la cultura un elemento central de las políticas de desarrollo es el único medio de garantizar que éste se centre en el ser humano y sea inclusivo y equitativo.
La cultura es lo que somos, lo que hemos adquirido desde los inicios de nuestra historia, lo que nos heredaron nuestros ancestros. También es lo que estamos construyendo y que quedará como legado para los que vienen detrás de nosotros. Y, en ese sentido, tenemos que cuestionarnos que es lo que estamos construyendo y desarrollando.
La cultura no la forma el gobierno. La formamos todos los actores sociales que intervenimos en nuestra sociedad a través de todos los campos del conocimiento, de la tecnología, del entretenimiento, del actuar social, de la educación, entre otros saberes.
André Malraux decía que la cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida. Y así es. Después de morir, dejamos una herencia determinada de lo que fuimos. De lo que somos. Por eso es necesario instruirse, conocer, viajar, aprender.
Cuando una persona viaja, sobre todo a sociedades diferentes a la nuestra, uno ve cosas tan diferentes que cuando las compara con su grupo social, se pregunta por qué las cosas no pueden ser similares, puesto que de esa manera se viviría mucho mejor.
En los años 80, mientras vivía en Bélgica, Bruselas, para ser exacto, descubrí, gracias a una novia de ese entonces, un lugar mágico y maravilloso llamado médiathèque, mediateca en español. En ese lugar había de todo. Era como una biblioteca, pero sin libros, todo era material audiovisual, cassettes, discos de vinil, películas en vhs. Todo organizado de tal manera, que, por ejemplo, si querías conocer sobre la música africana, sólo te dirigías a esa sección, y encontrabas todo sobre el tema. Fue ahí, por ejemplo, que conocí la música de Gato Barbieri, destacado saxofonista argentino, representante del jazz latino, a Angelo Branduardi, Lucio Dalla, Georges Moustaki, entre otros artistas maravillosos.
Era magia pura visitar ese lugar. El tiempo se iba como el agua entre los dedos. Uno se llenaba los ojos y el corazón de tanta cultura en un solo lugar. Cada fin de semana llegaba para rentar discos, documentales, películas de diferentes países para llenar mi curiosidad de otras culturas. De otros saberes. De otros autores.
De esto que les cuento, han pasado más de cuarenta años. Las mediatecas se han desarrollado en otros países y se han diseñado de otras maneras. Con toda la diversidad a través de internet y de los medios sociales, las mediatecas se han diversificado. Por ejemplo, el INAH tiene su mediateca virtual en la que se publican sólo contenidos propios de la institución, es decir, es un repositorio cultural en el que pone a disposición del público el patrimonio cultural e histórico a su cargo.
Al final, no importa que se vaya especializando una mediateca. Lo importante es que haya material a disposición del público interesado. Pero sería maravilloso que tuviéramos una mediateca, aquí en nuestras comunidades con acervos diversos como los que mencioné anteriormente, porque eso le daría al público un conocimiento diferente. Sería un espacio de convivencia maravillosa donde la gente se encontraría para compartir diversos conocimientos y saberes. Tal vez, valdría la pena proponer que las bibliotecas que tenemos, y que cada vez son menos visitadas por el público, se conviertan en mediatecas, y mejor, si las convirtiéramos en objetotecas. O tal vez, para no romper con el concepto de “biblioteca”, abrir espacios aledaños con una mediateca y una objetoteca.
La objetoteca es un lugar en tu comunidad donde se pueden alquilar herramientas que sólo se usan de vez en cuando. Imagina que quieres hacer una reparación en casa en la que necesitas un taladro. Bueno, pues vas a la objetoteca y alquilas uno. Después de terminar tu actividad, regresas y lo devuelves.
La objetoteca es como una biblioteca, pero en vez de llevarte libros a casa, llevas herramientas necesarias, pero que no las tienes porque su uso es poco frecuente. Y, además, son caras.
Este concepto no es nuevo. Durante la Gran Depresión del siglo XX en 1929, se abrieron bibliotecas de juguetes en Estados Unidos. Y la primera biblioteca de herramientas, y que, además, sigue funcionando en nuestros tiempos, abrió sus puertas en Grosse Pointe Farms, Michigan, en 1943, con la intención de ofrecer una formación a los jóvenes. Sin embargo, en nuestras comunidades sí sería algo novedoso y atractivo.
La objetoteca tiene como objetivos fomentar la economía circular y reducir el consumo excesivo y la acumulación de objetos de poco uso. Contribuye, también, a la cohesión de la comunidad y al aprendizaje.
Si los gobiernos no tienen la visión de adoptar estos conceptos que valen mucho la pena, entonces, nosotros, como comunidades organizadas, podemos ir pensando en vías alternas para lograrlo. Esto contribuiría al desarrollo, convivencia y mejoramiento de nuestro entorno social.