"Abandonarse al dolor sin resistir,
suicidarse para sustraerse de él, es abandonar
el campo de batalla sin haber luchado”.
Napoleón I
Una vez en mi vida estuve muy cerca de una persona, muy joven, por cierto, que vivía en un estado de depresión constante. No sentía ganas de vivir. Nada valía la pena para él. Y cada vez que yo iba a visitar a su familia, me daba cuenta que vivía en constante oscuridad y pesadumbre. Les pedía a los familiares que me permitieran hablar con él, les decía que tal vez yo podría ayudarlo. Nunca me lo permitieron. Este muchacho se la pasaba encerrado sin tener contacto con nadie.
Así fue pasando el tiempo, y pasados unos dos meses, me dieron la triste noticia de que se había quitado la vida. La verdad me sentí con algo de responsabilidad. Me decía que tal vez, si hubiera insistido un poco más, él estaría todavía en este plano terrenal.
Siempre me he preguntado qué puede llegar a ser tan fuerte y tan terrible que uno ya no quiera seguir viviendo. Qué fantasmas y monstruos nos persiguen dentro de nosotros para asustarnos tanto que queramos escapar de este mundo.
La primera vez que se usó esta palabra fue en 1737 por Desfontaines, pero, en realidad, el suicidio ha sido sujeto de estudios en diferentes campos del conocimiento como la filosofía, la sociología, la psicología y la medicina.
Lo que yo recuerdo de mis estudios preparatorianos es que, por ejemplo, los esquimales, cuando ya sienten que les llega la vejez y las enfermedades, se alejan de su tribu y se aíslan esperando que les llegue la muerte. Y así ha sido siempre en la historia de la humanidad. Para los galos, los celtas, los hispanos, los vikingos y los nórdicos, la vejez y la enfermedad eran causas razonables para cometerlo.
Y en el caso de nuestros pueblos prehispánicos, el suicidio llegó a tener connotaciones sacramentales debido a que este era considerado una actividad divina. Como es bien sabido, en la mitología prehispánica son numerosos los dioses que donan su existencia en pos de la fundación del cosmos.
Sin embargo, y a pesar, de esa lógica de la vejez y la enfermedad, el suicidio actualmente tiene otras razones y connotaciones.
Ayer 10 de septiembre se celebró “el día mundial de la prevención del suicidio”, cuyo objetivo general es crear conciencia acerca de la prevención del mismo en todo el mundo.
Se dice que: los suicidios y los intentos de suicidio tienen un efecto dominó que afecta no solo a las personas, sino también a las familias, las comunidades y las sociedades. Los factores de riesgo asociados al suicidio, como la pérdida laboral o financiera, el trauma o el abuso, los trastornos mentales y por uso de sustancias y las barreras para acceder a la atención médica, se han ampliado aún más con el covid-19. Un año después del inicio de la pandemia, más de la mitad de las personas encuestadas en Chile, Brasil, Perú y Canadá informaron que su salud mental había empeorado.
Pero las preguntas siguen siendo las mismas. ¿Qué es lo que lleva a una persona a tratar de suicidarse? Además de las varias respuestas existentes, es importante poner atención a los signos que advierten sobre el suicidio o pensamientos suicidas. Esta lista fue tomada del sitio web de la Clínica Mayo:
https://www.mayoclinic.org/es/diseases-conditions/suicide/symptoms-causes/syc-20378048
Hablar acerca del suicidio, por ejemplo, con dichos como “me voy a suicidar”, “desearía estar muerto” o “desearía no haber nacido”; obtener los medios para quitarse la vida, por ejemplo, al comprar un arma o almacenar pastillas; aislarse de la sociedad y querer estar solo; tener cambios de humor, como euforia un día y desazón profunda el siguiente; preocuparse por la muerte, por morir o por la violencia; sentirse atrapado o sin esperanzas a causa de alguna situación; aumentar el consumo de drogas o bebidas alcohólicas; cambiar la rutina normal, incluidos los patrones de alimentación y sueño; hacer actividades arriesgadas o autodestructivas, como consumir drogas o manejar de manera negligente; regalar las pertenencias o poner los asuntos personales en orden cuando no hay otra explicación lógica para hacerlo; despedirse de las personas como si no se las fuera a ver de nuevo; manifestar cambios de personalidad o sentirse extremadamente ansioso o agitado, en especial cuando se tienen algunos de los signos de advertencia que se mencionaron con anterioridad.
Actualmente en nuestro país, tenemos alrededor de 22 suicidios por día. El dato es alarmante, porque además fue una predicción de antes de entrar al nuevo milenio, en el que se presagiaba que una de las enfermedades más comunes sería la depresión.
De acuerdo al sitio ya citado anteriormente, se menciona que: si tienes pensamientos suicidas, pero no estás pensando en hacerte daño a ti mismo en lo inmediato, acércate a un amigo cercano o un ser querido, aunque sea difícil hablar sobre tus sentimientos; comunícate con un pastor, un líder espiritual u otra persona de tu comunidad religiosa o persona de absoluta confianza; llama a la línea directa de asistencia al suicida, que en nuestro caso, es el 800 911 2000; programa una consulta con tu médico, un profesional de salud mental u otro profesional de atención médica; los pensamientos suicidas no desaparecen por sí solos, así que busca ayuda.
La estabilidad emocional es fundamental para vivir en paz y armonía, así que toma en cuenta lo ya mencionado para ayudarte o ayudar a quien más lo necesita.