"Cuida de los pequeños gastos;
un pequeño agujero, hunde un barco.”
Benjamín Franklin
Los siete remedios para una bolsa pobre que menciona el libro “El hombre más rico de Babilonia” son los siguientes. Los enumeraré en total y los comentaremos posteriormente:
Comienza a engordar tu bolsa; controla tus gastos; haz que tu dinero se multiplique; protege tus tesoros de posibles pérdidas; haz de tu hogar una inversión redituable; asegura un ingreso futuro, y, por último, aumenta tu habilidad de ganar.
Cada uno de nosotros, hombres y mujeres tienen un oficio o un trabajo con el cual pueden ganar dinero. Y dependiendo del tipo de trabajo y de las habilidades de cada persona, esa cantidad es variable, pero al final, todos tenemos la posibilidad de generar dinero. Por tanto, una cantidad de ese dinero puede ser guardada para ahorrar. En el libro se pone el ejemplo siguiente: por cada diez monedas que coloquen dentro de su bolsa, saquen solamente nueve. La siguiente vez que reciban diez monedas hagan lo mismo. Sólo gasten nueve, y así sucesivamente. Con el tiempo su bolsa rebosará de dinero. El consejo es muy simple. Pero es de una sabiduría irrefutable. Arkad, el protagonista de esta historia, menciona que cuando se dio cuenta de que gastar sólo nueve partes de diez no lo hacía más pobre, también observó que el dinero llegaba más fácilmente. ¿Qué prefieres tú? ¿Gastar en comidas suntuosas, una joya, cosas que se van rápidamente o que se olvidan fácilmente? Yo prefiero pertenencias sustanciales como más ingresos, inversiones. Entonces, la primera regla para curar una bolsa pobre es: por cada diez monedas que recibas, sólo gasta nueve. Guarda la otra moneda.
El segundo remedio, dice el autor, tiene que ver con los gastos. Los “gastos necesarios” no siempre son eso. La más de las veces, los confundimos con nuestros deseos. Cada persona y cada familia es diferente. Hay personas solas, familias pequeñas y grandes. Y aún con eso, siempre hay posibilidades de controlar los gastos. Y, por tanto, esos “gastos necesarios” crecerán siempre en proporción a los ingresos que se perciben, a menos que se decida lo contrario. Y menciona el autor: “no confundan sus gastos necesarios con sus deseos. Cada uno de ustedes, junto con sus buenas familias, tiene más deseos de los que sus ganancias pueden satisfacer. Por lo tanto, sus ganancias se gastan en satisfacer estos deseos hasta donde se puede. Y, aun así, conservan muchos deseos insatisfechos… que su lema sea exigir a cada moneda gastada el cien por ciento de su valor estimado… Por último, no toquen las monedas que están engordando su bolsa.” En conclusión, establece un presupuesto para tus gastos para tener con qué pagar tus necesidades, pagar por tus disfrutes y satisfacer tus deseos valiosos, sin gastar más que nueve partes de tus ganancias. Concluye el autor.
Haz que tu oro se multiplique. Conforme el tiempo pase, y si sigues estos consejos, te darás cuenta que tu bolsa pobre estará engordando. Te has dado cuenta que, al disciplinarte, para guardar una parte de diez que ganas, tu tesoro va creciendo. Así que cuando tengas suficiente, es hora de poner tu tesoro a trabajar y crecer. “el oro en una bolsa es agradable de poseer y satisface a un alma miserable, pero no gana nada”, menciona el autor. “las ganancias que haga forjará tu fortuna. Pero ten cuidado a quién le das tu dinero para que lo maneje”. Concluye el autor.
Y es aquí que se presenta el cuarto remedio. Protege tus tesoros de posibles pérdidas. Una vez que tu bolsa esté bien llena invierte solamente donde tu capital esté seguro, donde se pueda reclamar si los deseas y donde no fallarás en cobrar un interés justo. Consulta con los hombres que conocen del tema. Sigue el consejo de aquellos experimentados en el manejo provechoso del dinero. Que su sabiduría proteja tu tesoro de inversiones inseguras.
En este cuarto consejo, el protagonista del libro menciona una anécdota que le hizo perder su primera inversión, y, que considero, vale la pena mencionar. Después de un año de ahorrar, ya viendo su bolsa repleta, confió su dinero a un ladrillero que estaba viajando por varios lugares y aquel compró unas joyas raras que revenderían a su regreso, después de venderlas se repartirían las ganancias. Nada resultó porque las “joyas” resultaron ser cuentas de vidrio. Así que su tesoro se perdió. Eso hizo que el protagonista de la historia llegara a la conclusión de que había sido una locura confiar a un ladrillero la compra de joyas.
Dejo hasta aquí los consejos con la intención de analizarlos en más profundidad y reflexionar sobre los hábitos que tenemos con el dinero. Se puede pensar que son bastante simples, pero si hablo de mi historia personal, nunca, nadie me explicó la importancia del dinero y cómo llegar al hábito del ahorro, de su crecimiento y de su permanencia en mi bolsa.
Nos leemos a la próxima.