"No ahorres lo que queda después de gastar,
sino gasta lo que queda después de ahorrar.”
Warren Buffett
Siempre he considerado que hay muchas cosas que nos enseñan en la familia y en la escuela, pero el tema que nunca se toca es el del dinero. Desde pequeños vemos como nuestros padres manejan la cuestión económica sin hacernos partícipes a los hijos y así vamos creciendo sin saber nada de educación financiera. Y cuando somos adultos, ya como trabajadores seguimos sin saber cómo administrar nuestro dinero.
Ya comenté en otros de mis artículos las peripecias que pasábamos en mi familia, compuesta por los padres y seis vástagos. No sé cómo le hacían mis padres, principalmente mi madre, para que nunca faltaran los sagrados alimentos. Y mucho menos sé todas las que enfrentaban cuando se trataba de los útiles escolares, los uniformes, calzado, dinero para gastar en la escuela y los “domingos” que nos llegaban a dar. Para las nuevas generaciones, el “domingo” era el dinerito que te daban ese día de la semana para que compráramos dulces o lo que uno quisiera. No sé si estas generaciones lo reciban.
Pero el punto es que a mí nunca me enseñaron el valor del dinero, y tampoco me enseñaron técnicas para su uso y conservación.
Fue hasta muchos años más tarde que, a través de un libro llamado “El hombre más rico de Babilonia” de George S. Clason, que aprendí, y comprendí, la importancia de saber manejar el dinero. Y la verdad me di cuenta de muchas cosas. La primera de ellas es que hay sociedades pobres y sociedades ricas. No lo dice tal cual, pero fue así como lo interpreté en las primeras líneas del prólogo que dice: “Nuestra prosperidad como nación depende de la prosperidad financiera de cada uno de nosotros como individuos.”
Yo tenía, desde pequeño, una mentalidad muy particular sobre el dinero. Alguna vez lo comenté en alguno de mis artículos, y lo sigo comentando en mis clases y conferencias. Alguna vez, siendo un niño, le dije a mi madre que sería fantástico si tuviéramos un coche. Me miró muy sorprendida y me contestó lo siguiente: “No, hijo. Nunca seas ambicioso. Eso es malo. Debes conformarte con lo que Dios te dé.”
Hay que entender que, siendo mi madre de origen campesino, había tenido una educación en la que le enseñaron que el dinero era malo. Pero uno como niño, aprende lo que los padres le enseñan sin tener un poco de conciencia para analizar si lo que te enseñan es correcto o incorrecto. Son tus padres, y como tales, confías en su buen juicio. Tampoco es una crítica malsana hacia mi madre. Lo digo porque al paso del tiempo tomas a pie juntillas lo que te enseñaron tus padres o lo cuestionas para transformarte.
El autor del libro en comento dice que el dinero, mejor dicho, el manejo del dinero, tiene reglas. Y lo dice de esta manera: “el dinero se gobierna hoy por las mismas leyes que lo controlaron cuando los hombres prósperos se amontonaban en las calles de Babilonia hace seis mil años.”
Este libro lo he comprado muchas veces y lo he regalado otras tantas. Hasta que llegó el momento de decidir quedarme con un ejemplar que leo y releo, lo analizo y lo reflexiono, y siempre llego a la misma conclusión: Doy gracias porque este libro se atravesó en mi camino, pues una vez comprendido el mensaje, lo he llevado a la práctica con excelentes resultados.
Es necesario y urgente, que aprendamos estos conceptos para poder manejar mejor nuestras finanzas. La salud financiera es fundamental para el desarrollo de una persona, de una familia. De la sociedad.
De acuerdo al Centro para la Innovación de Servicios Financieros (Center for Financial Services Innovation o CFSI), existen ocho indicadores que permiten diagnosticar el estado de la salud financiera de una persona: gastar menos de lo que se gana; pagar las cuentas a tiempo y en su totalidad; tener suficientes ahorros en productos financieros líquidos; poseer suficientes ahorros o activos a largo plazo; tener un nivel de deuda sostenible; contar con un historial crediticio saludable; tener seguros adecuados y planificar los gastos para el futuro (presupuesto).
Sé que mucha gente podrá pensar que es imposible hacer todo esto en un país donde siempre hay incertidumbre económica, falta de empleo, inseguridad y lo que quieran agregar, pero les aseguro que si se organizan todo es posible. Sólo es cuestión de aprender, dejarse llevar de la mano por los que saben, pues insisto, no tenemos educación financiera. Y sin ella, nuestra salud financiera siempre irá en declive. Eso ocasionará que siempre estemos tronándonos los dedos o sintamos ansiedad y angustia por nuestro futuro. Y siendo así no habrá paz en nuestro entorno familiar ni social.
“El hombre más rico de Babilonia” menciona siete remedios para una bolsa pobre. Parecerán muy obvios para muchos. El punto es llevarlos a cabo. Los platicamos en nuestro siguiente artículo.