"Nadie sabe lo que hace mientras actúa correctamente,
pero de lo que está mal uno siempre es consciente.".
Goethe
Continuando con los elementos de la educación en valores, y habiendo hablado del valor del respeto en mi columna anterior, esta vez corresponde hablar de la responsabilidad, que implica cumplir con los propios deberes y asumir las consecuencias de los actos.
La responsabilidad es uno de los pilares fundamentales en la construcción de una cultura de paz. En su definición más simple, es el compromiso consciente de cada individuo para responder por sus acciones y asumir las consecuencias de sus decisiones. No es algo fácil. Y, en mi caso personal, reconozco que en muchas cosas de mi vida he sido irresponsable y he aprendido a asumir las consecuencias. Al principio no en entendía esto de las consecuencias. Uno cree que saldrá bien librado, pero, en realidad, todas nuestras acciones tienen una consecuencia buena o mala como resultado de lo que hacemos responsable o irresponsablemente.
Este valor no solo fomenta la integridad personal, sino que también fortalece el tejido social, permitiendo relaciones de respeto, justicia y cooperación. En una sociedad donde cada individuo es consciente de sus responsabilidades, se crean espacios donde el conflicto se maneja de manera constructiva, y la paz es el resultado de la colaboración y el respeto mutuo.
La responsabilidad implica la capacidad de asumir nuestras propias acciones y decisiones, reconociendo tanto sus impactos positivos como negativos. Este valor requiere de una comprensión clara de los límites y los deberes que cada persona tiene consigo misma, con los demás y con el entorno. Ser responsable no significa simplemente evitar el error o cumplir con las normas, sino comprometerse genuinamente con el bienestar propio y el ajeno, promoviendo un entorno seguro y armonioso. Y agrego: en estos tiempos que vivimos evitamos la responsabilidad y dejamos que las cosas sucedan sin intervenir. Y si sucede algo que no queremos, todos los demás, menos yo, son responsables. No queremos aceptar que todos estamos en el mismo barco y que tenemos una responsabilidad compartida.
El psicólogo estadounidense Abraham Maslow, conocido por su teoría de la jerarquía de necesidades, destacó que la autorrealización depende en gran parte de la capacidad de una persona para asumir responsabilidad sobre sus elecciones y consecuencias. Asimismo, el filósofo y psicólogo Erich Fromm enfatizó la importancia de la responsabilidad en el desarrollo de una sociedad ética, destacando que solo a través de un sentido profundo de compromiso hacia los demás y hacia uno mismo se puede lograr una vida plena y en paz. Sugiero se vuelva a leer este párrafo. La vida no tiene un destino incierto. Cada uno de nuestros actos va sembrando consecuencias cuyos frutos, algún día cosecharemos.
Alejandro Jodorowsky lo sintetiza de esta forma: “eres cómplice de lo que te sucede: la desgracia entra por la puerta que le has abierto”.
En el marco de la cultura de paz, la responsabilidad cobra una dimensión colectiva: no solo nos comprometemos a ser responsables individualmente, sino también a fomentar y practicar valores que beneficien a toda la comunidad. En el contexto de la mediación y la resolución de conflictos, por ejemplo, la responsabilidad es esencial. Un proceso de mediación exitoso requiere que todas las partes se comprometan a entender y a asumir sus roles en el conflicto, así como a buscar activamente soluciones en las que puedan ser partícipes de forma equitativa. La responsabilidad, en este sentido, se convierte en un elemento que facilita la paz y previene la repetición de conflictos.
La UNESCO, en su programa Cultura de Paz, enfatiza que la paz no es solo la ausencia de conflicto, sino la creación activa de relaciones basadas en el respeto, la justicia y la cooperación. En este sentido, la responsabilidad es crucial, ya que nos ayuda a entender que nuestros actos tienen repercusiones más allá de nosotros mismos.
Imaginemos a Diego, un joven estudiante que vive en un vecindario donde los conflictos son comunes. En un día cualquiera, escucha una discusión acalorada entre dos de sus vecinos. En lugar de ignorar la situación, Diego se acerca y sugiere que se sienten a hablar y resuelvan sus diferencias. Él asume la responsabilidad de actuar como mediador, invitándolos a dialogar en un espacio neutral y promoviendo el respeto en cada intervención. A lo largo de las semanas, Diego organiza reuniones en su comunidad para fomentar la comunicación y el entendimiento mutuo entre los vecinos. Su iniciativa y responsabilidad generan un cambio: los conflictos disminuyen y la comunidad comienza a unirse más.
También hay que reconocer que, desde pequeños, a mí me sucedió, nos enseñan que no debemos meternos en los problemas de los demás. De hecho, tenemos un dicho que dice “quien mete paz, saca más”, que significa que lo mejor es no meterse en los problemas de los demás para no salir perjudicados. Sin embargo, si quiero paz en mi comunidad, tengo que ser sujeto activo para contribuir a la mejoría de la misma.
Una sociedad verdaderamente pacífica es aquella en la que cada uno de sus miembros no solo se respeta mutuamente, sino que también asume de manera consciente el compromiso de contribuir al bien común.