"Demuestre respeto por las opiniones ajenas.
Jamás le diga a una persona que está equivocada.".
Dale Carnegie
En mis dos artículos anteriores hablé de la comunidad, los valores y la cultura de paz. Y, a petición de algunos de mis lectores, en ésta y próximas columnas de éste su servidor y amigo, iré desglosando esos valores que debemos inculcar desde la infancia, en la familia y en la escuela, para posteriormente, aplicarlo en nuestra comunidad.
Hoy tocaremos el tema del respeto. El respeto es un valor que implica reconocer, valorar y aceptar las diferencias y derechos de los demás, puede ser en opiniones, conductas o características personales. Es una actitud que fomenta la convivencia pacífica y armónica en la sociedad, porque al respetar a otros, reconocemos su dignidad y valor intrínseco como personas. En este sentido, no podemos decir que sólo lo que nosotros pensamos o apreciamos es lo correcto. No hay verdades absolutas.
La palabra "respeto" proviene del latín respectus, que significa "atención" o "consideración". Está formada por el prefijo re- (indica reiteración) y spectare (observar). Por lo tanto, respectus nos provoca la idea de “volver a mirar” o “mirar de nuevo con consideración”, sugiriendo una mirada cuidadosa hacia el otro y sus cualidades.
Uno de los filósofos que plantea el respeto como un valor esencial del ser humano es Immanuel Kant. Para Kant, el respeto es la base de la moral y la ética, pues considera que todos los seres humanos deben ser tratados como fines en sí mismos, y no como medios para otros fines. En su ética, conocida como el imperativo categórico, Kant establece que debemos actuar siempre de manera que tratemos a los demás con dignidad y respeto, reconociendo su valor intrínseco como personas racionales y libres.
Por estas razones, aplicar el respeto en la sociedad es crucial porque permite la coexistencia pacífica y la cooperación entre individuos diversos. En un mundo en el que cada persona tiene pensamientos, costumbres y creencias diferentes, el respeto funciona como un puente para establecer relaciones sanas y construir un ambiente de tolerancia. Fomentar el respeto ayuda a reducir conflictos y a construir una sociedad más equitativa e inclusiva, en la que cada persona se sienta valorada y libre de expresar su identidad. Y, sobre todo, en esta época que nos tocó vivir, hay más divergencia de opiniones con las que muchas veces no estamos de acuerdo.
Tenemos que entender y reconocer que la moral y las “buenas costumbres” de antes ya no son lo que eran. Ahora todo se cuestiona. Y eso también es bueno. Las cosas no son como antes, porque la vida es dinámica. Ya lo he dicho otras veces: “lo único que no cambia es que todo cambia”.
Recuerdo una vieja historia que bien vale la pena contar y que tiene que ver con el respeto.
Había una vez un maestro muy sabio que, cada mañana, antes de iniciar su clase, saludaba a todos sus estudiantes con una inclinación de cabeza y una sonrisa. Un día, uno de los estudiantes, curioso, le preguntó:
—Maestro, ¿por qué nos saluda a todos con tanta reverencia?
El maestro sonrió y respondió:
—Porque cada uno de ustedes es un mundo único, lleno de pensamientos, sueños y emociones. Al saludarlos de esta manera, les demuestro mi respeto y les recuerdo que, aunque somos diferentes, cada uno merece ser valorado y escuchado.
El estudiante reflexionó sobre esta respuesta y, a partir de ese día, decidió saludar a sus compañeros de la misma manera. Con el tiempo, el salón se convirtió en un lugar de respeto mutuo, donde cada estudiante se sentía seguro y valorado. Así, todos aprendieron que el respeto, aunque parece un gesto pequeño, tiene el poder de cambiar el ambiente y fortalecer los lazos entre las personas.
Es así como nuestra infancia quiere sentirse. Tenemos que darles seguridad y hacerlos sentirse valorados. Pero todo con equilibrio. Como siempre digo: “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”.