Deje que los alimentos sean su medicina
y que la medicina sea su alimento".
Hipócrates
Continuando con el artículo anterior, el tema de los ambientes obesogénicos, es decir, esos ambientes que son favorables para aumentar de peso, y que empiezan desde nuestros hogares, es obvio que sí podemos controlar que los alimentos que consumimos y que sean de buena calidad. Sin embargo, también tenemos que aceptar que tenemos muy malas costumbres derivadas del desconocimiento de lo que es la buena o la mala alimentación, aunado al hecho de siempre andamos corriendo y no nos damos tiempo de alimentarnos como se debe.
Algunas amigas y amigos me escribieron para darme sus puntos de vista sobre el tema. Hay quienes comentaron que todo iba muy bien en su familia desde pequeños, pero que el problema es cuando se independizaron. Estudiaban y trabajaban al mismo tiempo, y, como andaban de la Seca a la Meca, comían lo que podían y donde anduvieran, se compraban algunas golosinas, sobre todo azucaradas, para quitarse el hambre y así andaban todo el día hasta que caía la noche. Y ahora, con los años, padecen de diabetes, entre otras cosas.
Otras personas comentaron que, con la carga de trabajo más siendo madres o padres solteros, tienen el problema de prepararse para llevar a los hijos a la escuela, y de ahí irse al trabajo, y compran lo que se les atraviese por el camino para comer. Y esto mismo sucede para las mujeres, que, teniendo sus parejas, tienen doble carga de trabajo y se encargan solas de los hijos.
Y ahora, agreguemos a esta situación el problema del sedentarismo, es decir, que, en lugar de movernos y hacer ejercicio, después de pasar muchas horas sentados en el trabajo durante toda la jornada, lo que queremos es regresar a casa y descansar. La gente no se da tiempo para realizar una actividad física que abone a su salud física.
Recuerda: un ambiente obesogénico es aquel que favorece el desarrollo del sobrepeso y la obesidad al promover hábitos poco saludables relacionados con la alimentación y la actividad física. Este tipo de entorno pueden estar presente en el hogar, en la escuela, en el trabajo o incluso en la comunidad.
Lo que caracteriza a un ambiente obesogénico es la alta disponibilidad de alimentos ultraprocesados, con alto contenido calórico, grasas, azúcares y sal. Revisa las etiquetas negras de los productos que consumes. Los alimentos y bebidas que contienen altos niveles de ciertos nutrientes deben tener de uno a cinco sellos de advertencia en forma de octágono. Estos sellos se encuentran en el etiquetado frontal del producto. Los cinco sellos de advertencia son: exceso de calorías, exceso de sodio, exceso de grasas trans, exceso de azúcares y exceso de grasas saturadas.
Evitar, hasta donde sea posible, la publicidad constante de comida chatarra, especialmente dirigida a niños.
Urgen espacios seguros para hacer actividad física como parques, canchas y ciclovías. Y cuando digo “seguros”, me refiero a que la gente vaya con la confianza de que todo estará bien en todos los sentidos.
Evita las rutinas sedentarias: uso excesivo de pantallas como la TV, celular y videojuegos.
Evita los horarios irregulares de comida o el consumo frecuente de comida rápida.
Busca temas sobre educación sobre nutrición y salud.
Agrego algunas medidas a adoptar para evitar un ambiento obesogénico.
Promover una alimentación saludable; incluir frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y proteínas magras en las comidas; reducir el consumo de bebidas azucaradas, frituras y productos procesados, cocinar en casa lo más posible, involucrando a los niños en la preparación; establecer horarios regulares para las comidas y evitar comer frente a la pantalla, fomentar la actividad física; realizar caminatas, juegos al aire libre o deportes en familia; limitar el tiempo frente a pantallas, máximo 1-2 horas al día en niños; buscar alternativas activas para el tiempo libre como bailar o andar en bicicleta
Y en el tema de la educación y desarrollo de la conciencia hay que hablar en familia sobre los beneficios de una vida saludable, enseñar a leer etiquetas nutricionales; no usar la comida como premio o castigo; crear un entorno saludable en casa; tener agua disponible y visible en vez de refrescos o jugos; mantener frutas y snacks saludables al alcance.
Demos el ejemplo como adultos: si los hijos ven que los padres comen bien y se mantienen activos, es más probable que ellos imiten ese comportamiento.
Es por estas razones expuestas, que debemos apoyar las políticas públicas a nivel federal para evitar la comida chatarra en las escuelas, que, por cierto, es, en mi opinión, el segundo ambiente obesogénico después del hogar.
México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo en obesidad en adultos, solo superado por Estados Unidos. Es hora de realizar acciones benéficas para la salud en nuestras comunidades.