El Malo tiene muchas caras distintas. Es útil, porque sirve para comida o bebidas calientes y frías. Es muy barato y, por lo tanto, ubicuo; lo encuentras por todos lados. Es un tipo de plástico, hecho de un recurso natural no renovable: el petróleo. Es también conocido como poliestireno. Tiene una vida útil corta; suele utilizarse sólo una vez. Termina su vida en los basureros o, peor aún, en los ríos, barrancas y calles de nuestros estados.
Su personalidad es traicionera y mentirosa: su color blanco refleja erróneamente la pureza, la paz y la tranquilidad. Seduce al consumidor con su ligereza, su aparente pulcritud y su economía. Pero lo peor de todo es que el Malo no te deja en paz, te persigue y te recuerda su presencia eterna porque tiene un poder extraordinario. Es un ser indestructible y aun dañado y esparcido en pedazos pequeños el Malo no muere, no se descompone, no desaparece por años y años y años…
El Malo vive en nuestras casas, escuelas, oficinas y en los puestos de helados, atole, tamales y muchos otros lugares. El Malo sigue siendo una opción de compra en todos los supermercados de México y estamos lejos de lograr su prohibición. Persiste en cada rincón y viaja lejos; le gusta en particular llegar al mar y su perversidad toma otra forma porque en los océanos se disfraza como comida. Los peces y los pájaros, hasta las ballenas y otros animales marinos, caen en la trampa y se comen al Malo provocándose terribles daños internos. Los animales mueren, pero el Malo sigue originando desastres…
La próxima vez que tú utilices un vaso de UNICEL piensa en el Malo de este cuento. Ese vaso durará más tiempo que tu vida, la de tus hijos, nietos, bisnietos y otras generaciones más. Según un reporte de 1986 – hace ya 25 años – de la EPA (siglas en inglés de "Agencia de Protección al Medioambiente") el poliestireno se clasificaba como el quinto producto químico cuya producción generaba mayor cantidad de desechos peligrosos. Si sabemos que es tan peligroso, ¿por qué seguimos permitiendo su elaboración y su consumo?
Es precisamente por eso que por segunda ocasión en Tepoztlán se está lanzando la campaña Por un Tepoztlán Libre de Unicel, esta vez enfocada a reducir el número de vasitos de UNICEL usados principalmente por visitantes al consumir nieves. “Cada fin de semana se desechan aproximadamente dos mil vasitos para helados en Tepoztlán, mismos que se podrían evitar simplemente pidiendo un barquillo”, nos informa la organizadora de la campaña, Adriana Lourido. “Promovemos el uso de empaques alternativos que no sean cancerígenos y que sí sean biodegradables o reciclables. Barquillos para la nieve, jarrito o vaso de cartón para la michelada, recipientes reusables para la comida para llevar, platos de vajilla para las fiestas...“, anuncia en su blog: http://tepozsinunicel.blogspot.com/, el cual contiene información muy útil sobre la campaña y sobre los daños a la salud que representa el comer o beber de un recipiente hecho de UNICEL.
No importa si tú no vives en Tepoztlán. Deberíamos estar involucrados todos los morelenses en este esfuerzo por obtener la prohibición de UNICEL por completo en nuestro estado. Tenemos que unirnos para vencer al Malo y la manera de hacerlo es de lo más sencilla: no aceptes, uses, compres o vendas UNICEL nunca más. Usa papel de estraza no plastificado (como antes se usaba) porque es barato, biodegradable y no daña la salud. Para las bebidas usa siempre vasitos de cartón. Y si no entiendes todavía porqué, te comparto las palabras de Adriana: “por la belleza de tu pueblo y tu medio ambiente, por la salud de nuestros hijos y su futuro, por el planeta de todos”.