Es un buen augurio que después de tanto frío y de tanto tiempo tengamos los árboles que florean. Esperemos ahora las demás jacarandas, los tulipanes, las lluvias de oro, los tabachines, y todos los árboles que florecen cada año en nuestro estado de Morelos.
Te levanta el corazón verlos y te hace sentir bien saber que la primavera, una vez más, se acerca. Te da esperanza y energía renovadas, mientras que el sol calienta tus huesos y te da una buena dosis de vitamina D.
Después del primer fin de semana largo, en celebración del 5 de febrero, estamos todos con la vista y el pensamiento puestos en la primavera. Añoramos las vacaciones de Semana Santa que este año caerán tarde, a mediados de abril. Pero, por mientras, el mes de febrero marca el momento cuando los árboles empiezan a brotar y aunque estamos en plena temporada de sequía, veremos los árboles y las plantas renovarse con colores frescos, recordándonos que la vida es cíclica y maravillosa.
No es mi imaginación: los pájaros cantan de manera diferente; los gansos y los patos hacen más escándalo; los peces en el estanque empiezan a comportarse más vivos, vigorosos, llenos de vida. ¿Qué es la primavera? ¿Por qué empezamos a comportarnos de modo diferente?
La primavera es una de las cuatro estaciones del año, que marca la transición entre el invierno y el verano. Y aunque reviste cierta importancia, en México no es tan impactante como en los países verdaderamente fríos. Después de los intensos fríos, de los climas extremosos, ver los primeros brotes de plantas y árboles es razón de esperanza. Aquí en México no sufrimos tanto frío, aunque este año, para contradecir lo que acabo de decir, en el norte del país la gente llegó a tener que soportar temperaturas muy bajas, lo cual causó mucho sufrimiento. La onda fría que provocó la descomunal caída de nieve en gran parte de los Estados Unidos también llegó a pegar en México. Ciudad Juárez y Chihuahua en particular sufrieron esta vez. Mis amigos de Chicago no pudieron siquiera salir de su casa: había caído tanta nieve que tenían que abrirse paso con la ayuda de palas y de mucha energía muscular.
No es ninguna coincidencia que cuando estamos pensando en la primavera nos topamos con el Día de San Valentín. El 14 de febrero es el día más romántico del año y para muchos la oportunidad y el momento para demostrar su cariño y amor para con su pareja o sus seres queridos. En México se promociona como el Día del Amor y la Amistad, lo cual me parece excelente, así todo mundo puede participar. Es el día que pensamos en regalar rosas rojas, joyas extravagantes, globos con mensajes alusivos y chocolates, y seguramente el día de ayer hubo gran venta de estas muestras de amor y amistad.
Me parece interesante considerar el efecto del Día de San Valentín alrededor del mundo y el impacto ambiental que su comercialización ha causado, por ejemplo:
Se venden 55 millones de rosas a nivel global el 14 de febrero.
35,000 kg de emisiones de carbono se generan para cultivar sólo 12,000 rosas en Holanda (¡los invito a hacer el cálculo para los 55 millones de rosas en total!).
Cada una de las minas de oro en el mundo produce por lo menos 150,000 toneladas de dióxido de carbono al año.
Es fácil ver cómo nuestro comportamiento material, basado en un consumo sin límites, tiene un impacto desmedido en el medio ambiente. ¿Por qué no nos basta ver los árboles y las plantas de la primavera para festejar el Día de San Valentín? Son ellos, los primeros indicios de la primavera, los que son un verdadero regalo que no implica un gasto extra ni un daño adicional al medio ambiente. Son ellos los que confirman que la vida sigue su camino predeterminado, que nuestro planeta Tierra sigue girando y que todavía nuestro mundo sigue lleno de vida nueva. A pesar de nosotros y de nuestras acciones destructivas, el mundo todavía es maravilloso y sorprendente y éste sí que es un gran regalo. Que no se te olvide.