Nunca antes hemos visto a tantas personas mostrar sus sentimientos. Fue un evento sin precedencia pero motivado por unos homicidios que no tienen sentido y por los que estamos, todos, muy desconcertados. Hay muchas cosas que podemos reclamar de nuestras vidas y del mundo, pero la cosa que más duele y que más nos afecta es por supuesto la pérdida de un ser querido. Perder a un familiar es terrible y no se puede comparar con otras desgracias, mucho menos con un daño ecológico.
Esta columna trata de ecología y en muchas ocasiones he informado acerca de algunas malas noticias porque siento que es necesario. Sin embargo, supuestamente, como seres humanos no tenemos la misma preocupación por el planeta Tierra como la tenemos por nuestros familiares, pero estoy empezando a preguntarme si esto sigue siendo cierto. Tenemos que aceptar que el planeta nos sacude y nos reta más que nunca y, aunque sufrimos desastres naturales donde la mano del ser humano no tiene la culpa, hay muchas otras cosas que suceden que el ser humano sí provoca y que terminan en desastre. Si no mostramos respeto por las personas a nuestro alrededor, ¿cómo podríamos tener respeto por el planeta?
El temblor en Japón es un caso que subraya esto. El sufrimiento que siente la nación completa es sin imaginar. Se dice que más de 25,000 personas han muerto o que no han sido encontradas. El dolor que sienten los japoneses que han perdido sus casas y sus pertenencias es terrible pero no se compara con el dolor profundo que tienen que aguantar por la pérdida de familiares, en muchos casos más de uno. Esto es un hecho. Sabemos que estas personas estaban adentro de edificios que se colapsaron o que fueron arrastrados por la fuerza del tsunami devastador. Lo que no sabemos, y no lo sabremos por varios años, es el daño que la población va a sufrir de manera paulatina por los daños causados por el mismo temblor, junto con el tsunami, al centro nuclear de Fukushima. La energía nuclear es un invento del hombre y se
suponía que la última tecnología disminuía el riesgo de colapso, pero vemos que esto no es cierto. La radiación, invisible e intocable, contamina no sólo el aire sino también el mar y tal vez el agua potable. Con el viento y con las corrientes del mar la radiación se mueve, se esparce y viaja a otros países y continentes y no podemos calcular sus posibles consecuencias.
Ya está claro que somos malos para manejar la energía nuclear, también la extracción de petróleo de mares profundos y el manejo de residuos domésticos, por mencionar sólo esas tres tecnologías. Es triste decirlo, pero a dónde vamos, destruimos, casi siempre en nombre del progreso; a dónde viajamos, invadimos y matamos a otros. Cuando soñamos nos desilusionamos porque la realidad es otra... Somos materialistas y egoístas y estamos perdiendo el respeto no sólo por nuestro país y por la Tierra sino también por el ser humano.
Es cierto que México es un país rico y lleno de maravillas y que nos da mucho por qué dar gracias, pero tenemos que reconocer que hay muchas cosas que nos dañan y que nos hacen la vida muy complicada. Sentimos dolor por los 25,000 japoneses y sentimos rabia por los muertos inocentes en nuestro país. El respeto por el ser humano y por la Tierra debe ser primordial para llevar a cabo una vida plena, digna de esperanza y llena de sueños: es nuestro derecho.
Ecología En Tus Manos
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El respeto para el ser humano
Quiero hacer hincapié en la revista Expansión, cuya última edición trata de todo lo bueno que tiene México: que estamos creciendo muy bien en términos económicos, que hay mucha inversión extranjera en nuestro país y que hay mucho por qué dar gracias. Esto después de una semana bastante extraordinaria para los ciudadanos de Cuernavaca cuando miles y miles de personas salieron a la calle para pedir paz y tranquilidad para nuestra ciudad, para el estado, para la nación.
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