La primavera empezará oficialmente el 21 de marzo, pero sin duda alguna ya comenzó. Recibimos las señales gracias a la naturaleza que da instrucciones a la flora y la fauna para que cambien de comportamiento. Por eso somos testigos de nuestros árboles que están en plena floración, entre ellos las jacarandas, guayacanes, primaveras y tulipanes, que son los primeros en llenar nuestra cuidad de color; pronto veremos los tabachines, lluvias de oro y otras especies más ofreciéndonos un festejo de colores y tonos verdaderamente extraordinarios.
Los árboles se comportan según sea el clima: el cambio de temperatura de fresco a cálido les dicta qué hacer. Ahora mismo con el cambio de frío a temperaturas más calurosas se están apurando para cambiar de hojas. En mi jardín observo varias especies que están tirando todas sus hojas, muy rápidamente, para luego llenarse de hojas nuevas de color verde fresco y brillante. Algunos se están preparando para florecer; otros sólo renuevan sus hojas, listos para aguantar las altas temperaturas.
La floración trae para algunas personas muchos problemas, principalmente las alergias. Es un hecho que el número de personas afectadas por las alergias al polen aumenta cada año a nivel global. El polen es liberado por las plantas a la atmósfera y nosotros lo respiramos. Si tú sufres de ello, sabrás de los ojos llorosos e irritados, los estornudos violentos y repetitivos, la nariz que gotea o se obstruye. De hecho, se trata de una experiencia muy desagradable, un padecimiento muy particular en esta época del año. Sufrir del polen es una experiencia que no se entiende hasta experimentarla uno mismo. Puede ser tan fuerte que también provoca cansancio y fatiga, afecta negativamente el desempeño en el lugar de trabajo y, en la casa, en los quehaceres domésticos.
Yo nunca sufrí de alergia –o de la fiebre del heno, para darle su nombre correcto– hasta hace tres años. Ahora, cuando noto con gusto los colores magníficos de los árboles en floración, el gusto cambia a disgusto cuando empiezo a estornudar. Yo soy como muchos otros que están pasando por lo mismo y es sabido que el cambio climático tiene mucho que ver. De hecho, la intensidad de la polinización varía de un año a otro en función de la meteorología de la región. Por ejemplo, cuando hace calor y hay humedad en el ambiente, aumenta la concentración de polen. El frío, la sequía y las lluvias abundantes la hacen disminuir. Además, el tiempo seco acompañado por viento, permite la fácil diseminación del polen: no nos podemos escapar.
Es posible sufrir del polen todo el año, dependiendo de las plantas cuya polinización ocurre no sólo en primavera o en verano, sino en invierno también. El calentamiento global definitivamente trae malas noticias para los alérgicos ya que los especialistas señalan que las temperaturas extremas incrementan drásticamente la concentración de polen en el ambiente. Existen predicciones según las cuales la concentración de polen será de más del doble para el año 2040.
La mayoría de la gente que sufre en esta época del año, toma algún medicamento antihistamínico para controlar el malestar que tanto les afecta. Sin embargo, no hay manera de evitarlo por completo y para quienes sufrimos de la fiebre del heno es nuestra mala suerte. No sólo respiramos el polen, sino que queda pegado en nuestra ropa, en nuestro cabello, en las fosas nasales… Es muy difícil deshacernos de él.
No hay mucha alternativa: admiramos las flores y los colores tan maravillosos de los árboles y las plantas a través de ojos llorosos y estornudos. Ni hablar. ¡Bienvenida la primavera!