Los abundantes expendios de esa droga permitida y la falta de sanciones efectivas para quienes venden a menores de edad ha convertido en algo normal la ingesta excesiva de bebidas embriagantes.
Para colmo, el mal uso del alcoholímetro -utilizado para recaudar y extorsionar, gracias a las multas desproporcionadas que se aprobaron- hace que los incidentes relacionados con esa adicción abunden y manchen de sangre la entidad.
Bastaría con sancionara los propietarios de los negocios que expenden alcohol sin la licencia correspondiente o sin respetar los horarios establecidos o los que venden a menores de edad, para que se notara un cambio.
La acción es realizable, pero los frenos siguen allí.