Mantener la feria de Tlaltenango sobre la avenida Emiliano Zapata es desde hace mucho tiempo un anacronismo. Quizá el puñado de fieles que conservan la fiesta y quienes practican el comercio en esas fechas la esperen con ansia, pero para el resto de la población constituye un calvario, porque bloquea una de las principales arterias de la ciudad.
Eso en tiempos ordinarios, pero ahora con el cierre del paso exprés a los vehículos pesados con seguridad la situación se complicará enormemente.
Es imposible encontrar otro lugar en la zona de Tlaltenango, pero al menos debería intentarse disminuir su duración, pues los diez días que se cierra la avenida al tráfico ya no se justifican en términos de conservar una tradición.
El día que los fieles católicos celebran en la iglesia de ese lugar es uno, y sì acaso la víspera.
Los cientos de comerciantes que buscan la máxima ganancia resultan muy costosos en términos sociales.