Hoy a las 13:14 cumplimos un año del mayor cataclismo que haya experimentado Morelos en varios siglos.
La destrucción fue inmensa, sobre todo en viviendas, pero la solidaridad que despertó fue aún mayor.
De todo el mundo acudieron al rescate de Jojutla y el resto de las poblaciones afectadas.
La extraña coincidencia de esa fecha con la del sismo de 1985 salvó muchas vidas, porque esa mañana había sido de simulacro.
El saldo de personas que perdieron la vida seguramente es mayor que el saldo oficial, porque días o semanas, incluso meses después, hubo más decesos.
La conmemoración saca a la luz las deficiencias gubernamentales en la atención a los damnificados y la reposición de infraestructura.
Las cifras oficiales no concuerdan con la realidad, mientras se desconoce el destino de los cientos de millones de pesos aportados por la comunidad nacional e internacional en ayuda.
Importante infraestructura sigue a la espera de ser repuesta, a pesar de que el dinero para tal fin ya se contabilizó e incluso se anuncia como gastado.
El temor a que los afectados por el sismo hayan sido solo el pretexto para que funcionarios corruptos lucraran con la ayuda y los presupuestos públicos crece día con día.
Sólo una verdadera transparentación –detallada, minuciosa- de los gastos puede quitar esa enorme sombra negra que día con día crece en la mente de la sociedad morelense.