En dos conflictos que trascienden sus propios ámbitos las cosas están por llegar a un punto de no retorno que traerá graves consecuencias para Morelos: en la crisis financiera de la UAEM (con todo y su huelga) y en el abasto de agua a Cuernavaca, parcialmente interrumpido por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) que reclama al Sistema de Agua y Alcantarillado de Cuernavaca (SAPAC) el pago de millonarios adeudos.
Ambos casos sólo se resuelven con dinero, además de que tienen otra característica común: las consecuencias de los conflictos rebana a la UAEM y al SAPAC, dos entes que no son empresas y que no tienen como fin el lucro, sino el servicio público.
La situación de desabasto de agua puede provocar en unas horas el cierre de alguna vía de comunicación importante para la entidad (o incluso para otros estados) mientras que en el caso de la universidad el desgaste ya lo sufren no sólo estudiantes y trabajadores de la institución, sino la economía que gira en torno a las diversas unidades académicas.
La respuesta en ambos casos es política, y cada vez se agrava la situación.