Ayer, y de manera extraña o surrealista, operadores del servicio Uber (que brinda transporte similar al taxi, pero con concesiones y a un precio menor) realizaron una manifestación contra la empresa que opera el servicio, en realidad una multinacional con presencia en la mayor parte del mundo a partir de un concepto digital dentro de la llamada economía colaborativa: quienes deciden prestar el servicio aportan sus vehículos (que deben ser de modelo reciente o nuevos) y cumplir estrictas normes de calidad y precios.
Los manifestantes de ayer olvidan que trabajan para una “App”, una aplicación o programa de cómputo, cuyas regles son globales y deben acatar.
Los taxistas de Morelos han luchado por sacarlos del mercado, pero parece que sólo el mero afán de lucro o la aspiración de lograr una alta rentabilidad en perjuicio del consumidor se encargará de acabar con esa competencia.
Es cierto que los costos de operación del servicio se han incrementado, pero también lo es que los salarios siguen estancados.
Por lo pronto, será una lástima si desaparece esa opción de transporte que vino a acabar con el monopolio de los taxis.