El temor a la reacción de hartazgo de la ciudadanía llevó al gobierno del estado a secuestrar una tradición cívica como la de los desfiles conmemorativos.
Para evitar abucheos, los anteriores funcionarios modificaron drásticamente el recorrido de los contingentes y levantaban plataformas para asistir en una zona lejana a los más que posibles reclamos.
Hoy todo vuelve a la normalidad: los grupos desfilarán por las calles principales del primer cuadro y la máxima autoridad presenciará la marcha, como marcan los cánones.
Poco a poco se recuperará aunque sea una parte de lo que la anterior administración gubernamental se llevó, y que no fue sólo dinero.
Hasta su denominación del palacio de gobierno –que por dictado quiso cambiarse a “casa Morelos”- ha quedado, por fortuna, en el olvido