Los vendedores ambulantes que al amparo mafioso de pseudo sindicatos ocuparon la vía pública del primer cuadro de Cuernavaca contribuyeron conscientemente al deterioro de la imagen de la ciudad, pero ahora reclaman derechos y exigen su salvaguarda.
Han conseguido un éxito parcial pero eso ha llevado a que ocupen sin miramientos otros espacios públicos de los que se apoderan en detrimento del peatón.
Las organizaciones que por años cobijaron con la fuerza su operación acostumbraron al comercio ambulante a exigir algo que no les corresponde.
El daño que su actividad hace a la economía local no compensa el hecho de que un puñado de ciudadanos aleguen que es su fuente laboral, pues eso le daría el derecho a cualquier ciudadano a salir a la calle y establecerse allí.