El volcán Popocatépetl es un peligro para la población morelense desde que en 1994 despertó su actividad, pero los seres humanos hemos convivido con el coloso desde hace más de quinientos años.
Sin embargo, esa convivencia es difícil y requiere la adopción de las medidas que preserven no solo la vida, sino la salud de las personas.
La caída de ceniza de ayer no fue la primera ni será la última, pero tampoco por eso puede caerse en la confianza y la rutina, pues las finas partículas pueden ocasionar daño a la salud y a la infraestructura habitacional.
No podemos acostumbrarnos, sino actuar cada vez que se presente el fenómeno y llevar a cabo las acciones necesarias para limpiar la ceniza y depositarla adecuadamente, por ejemplo, y todo lo necesario para recuperar el ritmo de vida.
Aunque no en el corto plazo, la ceniza volcánica fertilizará la región y terminará por convertirse en un beneficio.
Mientras tanto, cuidarnos todo lo que sea posible permitirá que esa vecindad de siglos con el coloso se mantenga inalterada.