Quienes ayer bloquearon los principales accesos a Cuernavaca incurrieron en numerosos delitos. Amparados en siglas y nombres debidamente identificados, los organizadores de la protesta paralizaron la vida económica de la capital morelense y además se dan el lujo de amenazar con repetir su conducta si sus demandas no son satisfechas.
Más allá de reconocer que el problema de inseguridad se ha agravado y que amplios sectores de la sociedad son víctimas, la forma en que lo han hecho saber solo causó más agravios de los que reclaman.
Las instituciones son las únicas que pueden actuar contra la delincuencia, pero la ciudadanía es la base de las instituciones y no se puede atacar sin consecuencias a los ciudadanos y mucho menos hacer sentir la amenaza de nuevas protestas de esa magnitud.
Los que ayer se manifestaron hacen uso de la misma impunidad que cuestionan a quienes les han agredido a través del robo de sus unidades. Y eso no es motivo de orgullo.
Por lo pronto, la población atrapada por las protestas se siente dolida.