El recordatorio del pesado déficit que aún arrastra la Universidad Autónoma del Estado de Morelos y de los millonarios recursos que una vez más se requieren para afrontar los compromisos laborales de fin de año constituye también un aviso de que el aparente fin del confinamiento nos regresa a una realidad que se había pausado pero que nunca dejó de estar allí.
Los antes mencionados son problemas de resolución urgente para la máxima casa de estudios a lo que se han sumado otros que se derivan de las circunstancias impuestas por la pandemia.
Aunque en la percepción individual el mundo se paralizó a raíz de la llegada del coronavirus, para las instituciones el tiempo ha avanzado de manera implacable y ahora urge encontrar respuestas efectivas, porque está en juego la estabilidad de las decenas de miles de personas que forman la vibrante comunidad universitaria.