Debería entenderse como angustioso y necesario el llamado que desde distintos niveles de gobierno se lanzó ayer, como un intento de frenar la nueva ola de contagios (y muertes) provocados por las nuevas variantes del coronavirus.
Sobre todo, la población joven debe tomar conciencia -por ella misma o por intermediación de sus mayores- de que evadir las medidas sanitarias básicas no solo pone en riesgo su vida, sino de cualquiera que sea vulnerable a la enfermedad que el virus provoca, que puede llevar a la muerte.
Las nuevas variantes han demostrado que se propagan con más facilidad y afectan a grupos de la población que antes parecían inmunes. La vacunación ha demostrado ser la mejor forma de preservar la vida de las personas. Aunque no frena los contagios sí evita complicaciones y que los hospitales se saturen, por lo que se requiere aumentar el porcentaje de población inmunizada.
Quienes se resisten a vacunarse juegan con su vida pero también con la de los demás. Su actitud egoísta y desinformada debería sancionarse de manera directa, lo que ahora no se puede, pero existen maneras indirectas de penalizar a los omisos y esas vías debería ser explorada por la autoridad, como se ha hecho en otras zonas del mundo afectadas por la enfermedad.