El gobierno federal ha decidido acelerar el proceso para inmunizar a toda la población mayor de 18 años, a más tardar en los primeros días de octubre.
Llama la atención la elevada demanda que hay entre los grupos más jóvenes, que han saturado los puntos de vacunación, un contraste con el grupo poblacional que va de los 30 a los 40 años.
La vacuna es la única manera de poner fin a la pandemia y recuperar la libertad de las personas. Durante muchos años será necesario tomar diversas medidas preventivas, pero se podrán superar las restricciones que desde 2020 han acabado con la economía local, nacional y mundial.
El esfuerzo para dotar de vacunas es considerable dado que México no las producía y, si acaso, las envasa. Desperdiciar la oportunidad de recibir la protección que el biológico otorga es un derroche de recursos financieros y humanos espectacular, además de que es una tontería, porque quien no se vacuna se pone en riesgo de morir. Aunque es peligro persiste en aquellos vacunados que padecen otras enfermedades, la inmunización ha demostrado en esta tercera ola de la pandemia que se han salvado muchas vidas.
Toda la población susceptible de ser vacunada debería hacerlo, lo mismo para ponerse a salvo que para poner a salvo a los demás.
Es un elemental sentido del civismo. Es, en pocas palabras, sentido común.