La infraestructura de las ciudades morelenses comienza a mostrar dramáticamente el desgaste del paso del tiempo, con el agravamiento de los daños causados por el terremoto de 2017 y las periódicas inundaciones y crecidas de los cauces naturales.
La imagen de varias casas en peligro por el deslave de una ladera que da al río Cuautla o del panteón de La Paz, construido al borde de lo que fue una mina de arena y siempre inestable, son indicadores de los excesos que permitían tradicionalmente las autoridades, cuyo arreglo resulta ahora muy costoso o imposible.
La planeación de largo plazo debe incluir la corrección de ese tipo de situaciones. No será fácil, porque implica también atender otras necesidades, pero no puede soslayarse, porque el destino nos ha alcanzado.