La caída de las redes sociales ligadas a Facebook (y la afectación temporal a otras que se vieron superadas por la demanda inesperada, como Telegram) puso de manifiesto no solo la vulnerabilidad de muchas actividades cuyo éxito está ligado al buen funcionamiento de Facebook o WhatsApp, sino la enorme dependencia de jóvenes y adultos a ese tipo de servicios.
Aunque la comunicación digital no se detuvo, porque el correo electrónico y las páginas web funcionaron con normalidad, fue común que la gente quedara paralizada y no sustituyera sus mensajes por llamadas telefónicas, como se hacía hace no mucho.
Hemos visto que como sociedad debemos abrir la mente para eludir las saturaciones y las limitaciones autoimpuestas ante la tecnología.
Por lo pronto, en Morelos ayer fue un mal día para quienes se dedican al comercio y publicitan sus productos o servicios en la multicitada red social o tienen un solo servicio de mensajería electrónica.
Hablamos de una parte desconocida de la economía pero que seguramente es importante.